El testamento
Sexo y poder son las palabras claves que Agnès Varda usa para describir lo que le interesa mientras habla de su carrera como cineasta, fotógrafa, artista de instalación y pionera de la Nouvelle Vague en Varda por Agnès (2019), su última película estrenada en la 69 Berlinale.
57 años después de hacer Cleo de 5 a 7, Agnès Varda lleva a los espectadores por su obra. Por supuesto, siendo la gran artista que es, rechaza un enfoque cronológico convencional, abordando su trabajo desde temas amplios y fragmentos. Tales fragmentos son películas, fotografías y trabajos para galerías. Se dividen en un "período analógico", desde 1954 hasta el 2000, y su período digital, desde el 2000 hasta la actualidad. Varda habla, normalmente sola, siguiendo el formato de una conferencia, pero a veces la acompaña un colaborador, como el galerista Hans-Ulrich Obrist, pero en ambos casos, la cineasta nos entretiene, comentando trozos de películas como Cleo de 5 a 7, La felicidad y Kung Fu Master.
Sus dos documentales recientes, Visages, villages (2017) y Las playas de Agnès (Les Plages d\'Agnès, 2008), también exploran la memoria, repasando la obra de la realizadora, pero tienen un sabor cinematográfico que no está presente en Varda por Agnès. En este film, la directora quiere poner en primer plano su motivación y sus ideas, antes que su brillantez como cineasta. Lo que queda claro es que ella observa el mundo de forma diferente que sus contemporáneos. Cuando recuerda 1968, reflexiona sobre las Panteras Negras de Estados Unidos y las marchas de mujeres, y evita evocar con sus gafas rosas el papel que desempeñaron los cineastas en las manifestaciones. El sexo y la política se entrelazan en su obra: nada sucede sin ellos, aunque no se mencionen explícitamente.
Lo que resulta verdaderamente encantador en esta película es que funciona tanto para aquellos que busquen una introducción a la obra de Varda como para los que lo hayan visto todo. Lo más interesante es su entusiasmo por el trabajo en la galería y su creencia de que trabajar con tres pantallas le dio una nueva forma de mirar. Pero esa es la belleza de Varda: siempre ha tenido una nueva forma de mirar, y ha sido el mundo el que no la ha mirado suficiente, rechazándola por culpa de viejos prejuicios.