En un pueblo pequeño de pronto los adultos no se despiertan. Los niños van notando la anomalía y, lejos de desesperarse o tener miedo, deciden atravesar una larga distancia para buscar al hermanito de una de las niñas, que sigue en su casa, al otro lado de la localidad. Es así como la pandilla de niños, sin prisa pero sin pausa y sumando integrantes humanos y perrunos por el camino se da a la aventura.
“Nunca grabes con niños o con animales” es uno de los primeros consejos que te dan cuando empezás a estudiar cine. Ivan Fund duplica la apuesta y logra un resultado muy armónico. Con un ritmo lento pero atrapante, el espectador se convierte en un adulto invisible que mira a los chicos caminar solos desde la vereda de enfrente, sin intervenir, sin guiar, dejándolos que tomen ellos mismos todas las decisiones. Y el relato termina de funcionar cuando nos ponemos en los zapatos de un espectador infantil: los niños que vean la película también se sentirán identificados porque los personajes hablan su mismo idioma y viven la peripecia con su misma libertad.
La historia se estructura como un cuento infantil, con intertítulos con ilustraciones del estilo de las de los viejos libros, que la separan en capítulos. Se basa, de hecho, en un poema centenario de la norteamericana Sara Teasdale, que versa sobre este posible futuro postapocalíptico. Y justamente, la representación del paisaje es una de las cosas donde se ancla de manera directa la cercanía que sentimos con el relato: el mundo no está destruido, ni en llamas, ni en ruinas. El paisaje es la misma cotideaneidad, el mismo día a día, lo que los niños viven de modo continuo, con la única salvedad que los adultos ya no los acompañan. ¿Sabemos el motivo? ¿Tenemos herramientas para evaluar una posible solución? No. Y tampoco tiene relevancia: el relato de Fund se apoya en el recorrido, en el viaje, en el vínculo de un grupo de niños que mira al mundo con una mezcla de sorpresa e ingenuidad que conmueve.
Vendrán lluvias suaves es lo que se dice, realmente, una película para toda la familia. Alejada del impacto, la vertiginosidad y las emociones fuertes, es un retrato profundo y sensible sobre la inocencia y la amistad.