Un ladrón romántico.
Partimos de la base, por supuesto, que nos encontramos ante una película de acción. Una acción propulsada por el simple y complejo placer del robo, hablamos de esos ladrones artesanales, tácticos, de guante blanco, más allá de los millones que nuestro anti(héroe) pueda acumular. Nadie mejor que un sir como Liam Neeson para interpretar este papel, que le sienta como un guante de seda y por el que es inevitable sentir empatía.
Tom Dolan, es este ladrón en cuestión, que se encuentra transitado la vida casi por inercia. Arrastra un pasado familiar doloroso a cuestas, además de ser un ex militar experto en desactivar bombas, por esto su manía y prolijidad a la hora de cometer los atracos. Por esas vueltas de la vida, nuestro hombre elegante, conoce a Annie Wilkins (Kate Walsh), una mujer atractiva que está terminando su posgrado en psicología, y por supuesto se enamoran.
Tras un año de relación y sin delinquir, Tom decide dejar su pasado atrás para empezar de nuevo, con la intención de entregarse haciendo un trato con los federales. Hay mucho dinero en juego, y cuando está por llegar a un acuerdo la corrupción se impone obligando a nuestro héroe a aclarar la muerte de un detective de la policía, en la que lo quieren incriminar. Por supuesto que Annie se entera sobre la marcha de sus andanzas, y ella también se verá involucrada en este juego de escape y persecución.
Venganza Implacable es un thriller de acción romántico sin demasiada innovación. Tiros, piñas, resarcimientos, encuentros y desencuentros, besos y redención. Una premisa simple y a veces despareja en relación a su narración y su cuestión estética. Solo la dupla principal, que tiene química, le da aire fresco a este relato predecible gracias a sus actuaciones que dotan de verosimilitud a la historia de amor por sobre la acción misma.