Mientras El protector (The Marksman) desembarcó hace pocos días en Netflix, una nueva película con el prolífico e incansable Neeson llega a los cines de Argentina.
Liam Neeson continúa explotando el arquetipo de héroe de acción que viene desarrollando desde la impensadamente exitosa Búsqueda implacable (2008). Lo hace con otra película que lleva “implacable” en el título local y en la que interpreta la típica criatura neesoniana: alguien habituado a moverse en un contexto de violencia y/o delincuencia que intenta torcer su destino remendando errores. El problema, como siempre, es que esos errores lo obligan a volver a la acción.
El ladrón honesto del título original se llama Tom Carter y ha dedicado varias décadas a robar bancos. Un ladrón a la vieja usanza: limpio, de perfil bajo, silencioso, invisible. Tanto es así que la policía no tiene ni una pista que la dirija hacia él. Pero Carter, enamorado por primera vez su vida, no solo decide que ya ha delinquido lo suficiente, sino también entregarse a la policía para cumplir su pena y devolver cada dólar robado.
Cuando llama al FBI, ningún agente cree que ese hombre sea el ladrón, hasta que señala una baulera donde supuestamente hay varios millones de dólares guardados. Menuda sorpresa se llevan los dos agentes cuando comprueban que, efectivamente, decía la verdad. Pero ellos, en lugar de notificar el hallazgo, deciden quedarse con ese dinero. Y más: empiezan a extorsionar a Carter para conseguir el resto.
A partir de esa anécdota, que requiere suspender todo atisbo de credulidad, Venganza implacable se erige como un thriller de acción demodé, un remedo tardío de las películas que en los años ’90 protagonizaban Andy Garcia y Richard Gere. Carter terminará aliado al jefe del FBI para dar con los malechores, trabando una relación atravesada por la ética y el respeto. Carter, entonces, como un ladrón honesto y de buen corazón.