Liam Neeson, con sus casi setenta años, sigue tomando la justicia por sus propias manos desde Búsqueda implacable (Pierre Morel – 2008) y seguirá, como John Wayne en su rol de cowboy, por muchos años más. Wayne hubiese seguido con las botas puestas y la pistola cargada en la cintura quizás hasta los noventa años, de no ser por la nefasta El conquistador (Dick Powell – 1956) que llevó a la tumba a más de la mitad del elenco y técnicos por cáncer. Neeson se ha convertido en un vengador anónimo, como el personaje que compuso Charles Bronson en su trilogía, si hasta el film comienza con la melodía de un piano que suena setentera.
Nels Coxman (Neeson) es el conductor de un barre nieve que permite el tránsito de vehículos por caminos inaccesibles. Vive en lo alto de la montaña y desde allí observa la villa de esquí que se encuentra en el valle. Abajo están los turistas que contaminan el ambiente con la droga y otros vicios, arriba está él, elegido ciudadano ilustre de su comunidad, impoluto e intachable.
Unos mafiosos de ocasión no tienen la mejor idea que matar a su único hijo por error, con una sobredosis de droga mediante una inyección. La policía se hace la distraída y encima le endilgan al padre el hecho de tener un hijo toxicómano. Claro está, que si las autoridades no se desentendieran del caso, no habría guión y el superhéroe no podría desplegar sus dotes pugilísticas y asesinas.
Ante toda película protagonizada por Neeson, el espectador está expectante por la acción. A los ciento ochenta segundos asoman las primeras armas, refriegas y muerte. Cuando a los diez minutos Coxman, en su derrotero justiciero, ya cargó tres cadáveres que lanza por una catarata, el público comienza a no tomarse las cosas en serio, pero para beneficio del film el director y guionista Scott Frank tampoco, ya que el villano que se encuentra en la punta de la pirámide es un personaje caricaturesco y los chistes comienzan a aflorar. Una tribu de indígenas vinculados con el hampa y los estupefacientes, le ponen humor a la trama además de contribuir con los tiroteos y acrecentar el número de muertos.
En el medio, Laura Dern, como la esposa afligida, recorre lánguidamente la primera parte del metraje hasta que se separa de su marido, para en cierta forma dejarle el campo libre para armar su represalia. El tono burlón también está dado por los intertítulos que surgen a medida que desaparecen los personajes, con sus nombres con el correspondiente ícono de la religión a la que pertenece el finado de turno, para culminar en los créditos finales con el orden del elenco por “desaparición”.
Por otro lado, Venganza dejará satisfechos a las minorías y a sitios de internet como “Women Watch Films” que abogan por la diversidad en el cine, ya que están todos representados: indígenas, asiáticos, gays, indios, gente de color y judíos entre otros.
En síntesis, Venganza es entretenimiento puro: un balde de pochoclos, alguna gaseosa, estirar las piernas y ¡a disfrutar!.