“Otra a lo Taken…”, pensaron varios cuando se enteraron de esta nueva cinta que pone a Liam Neeson en el centro de la acción. Aunque a eso apuntó mucho del marketing, la realidad es que “Venganza” es mucho más comedia negra que película de acción hecha y derecha. Que por supuesto arranca cuando un grupo de criminales asesina a su hijo y destruye su matrimonio.
No hace falta más que ver el cambio de nombre del protagonista, entre la original y esta remake, para comprender el tono de humor predilecto: pasó de apellidarse Dickman a Coxman en esta nueva versión. Pero más allá de esa cuota de humor básico casi adolescente, la cual está siempre presente, se trata más que nada de una comedia bien negra que no le hace asco a la violencia cuando hace falta. Hasta el punto de que varias muertes sirven como remates y chistes en sí mismos.
Remake de un film reciente realizado por el mismo director (“En Orden de Desaparicion”, de 2014), producción noruega que le valió al mismo una nominación al Oso de Oro en el Festival de Berlín. Dato que habla a las claras de que la visión de Hans Petter Moland dista bastante de lo que podemos esperar de un producto genérico hollywoodense. El humor negro viene acompañado en gran parte de una atmósfera bastante siniesta y, por supuesto, fría, que tiene lugar (y ocasiona) un brutal enfrentamiento entre pandillas en la parte más fría de Norteamérica. Justamente esta locación, sumada a la cualidad europea de Moland, hace que nos encontremos con “pandillas” un tanto particulares que se reparten el territorio. El color de estos villanos, no solo en sus líderes, sino en los tantos secuaces que irán cayendo en el camino, es uno de encantos más fuertes del film. Una de estas bandas es un grupo de nativos americanos que disfrutan de sus riquezas al mismo tiempo que su cabecilla se cuestiona si eligió bien su camino de vida. Esta cuestión de los caminos tomados y los dejados atrás es una temática del film, pero cualquier intento de algo más termina avasallado por una voluntad por entretener que coloca siempre al pochoclo sobre todas las otras cosas.
Hay muchos nombres que se destacan inmediatamente entre el elenco, pero la mayoría de ellos termina desperdiciado. La presencia de Laura Dern y Emmy Rossum en el producto final puntualmente parece un chiste de mal gusto por la limitada cantidad de minutos e influencia total que tienen en la cinta. En su lugar, son los relativos desconocidos quienes le dan más brillo al asunto. Particularmente Tom Bateman (“Da Vinci’s Demons” y “Murder on the Orient Express”) como el principal antagonista se roba cada segundo que esta en pantalla. Por su parte, Neeson realiza un buen trabajo e incluso se desenvuelve muy bien cuando la comedia se lo pide, pero principalmente se beneficia bastante de que su protagónico no sea tan omnipresente en una trama que está más que contenta con centrarse también en las bandas criminales.
Como algo diferente, logra cumplir. Aunque lamentablemente su mayor pecado es que abundan las lagunas de entretenimiento. Cuando es graciosa y llevadera, hay largas secuencias que hacen valer la pena haber elegido un curioso relato con sensibilidades europeas y producción nortamericana. Pero la falta de miedo de esta combinación termina condenando un film con demasiados baches de humor, que no siempre resulta efectivo, y sobre todo demasiado a gusto con las escenas sin diálogo y con mucho slo-mo. Resulta una experiencia que se disfruta más en retrospectiva que mientras uno la está viendo, gracias a demasiados momentos que aportan poco y duran mucho.
La realidad es que, si uno mide sus expectativas y tiene ganas de darle una oportunidad a un proyecto que seguramente cada vez cueste más realizarse a esta escala, va a saber pasar un buen rato bajo la nieve con el buen Liam y sus amigos.