Una historia que merecía ser contada (mejor)
Nadie duda de lo importancia (artística y social) que el Grupo de Teatro Catalinas Sur ha tenido para el barrio en particular y la ciudad en general. Lo sé de primera mano porque estudié en la escuela primaria Carlos Della Penna que está en el corazón de esa zona humilde, pero orgullosa de su espíritu comunitario.
Por eso, a 50 años de la fundación de ese barrio “peatonal” (no hay calles) y a tres décadas de la creación del ya mítico grupo de teatro liderado por el uruguayo Adhemar Bianchi, la versión para cine de Venimos de muy lejos surgía como un doble homenaje ideal. Pero, más allá del ánimo lúdico y celebratorio, no es demasiado lo que se puede rescatar de este film de Ricky Piterbarg.
Concebido como un patchwork visual y estilístico, como una mixtura (acumulación) de géneros y elementos, Venimos de muy lejos resulta una experiencia algo caótica y confusa, aunque también encuentra algunos aislados pasajes de sensibilidad y emoción, cuando entre la avalancha de imágenes el director pudo registrar y transmitir lo más genuino y vital del barrio, los artistas y su gente.
Entre el documental y la ficción, entre el cine y el teatro, entre el realismo y el artificio, entre el registro urgente y la puesta en escena calculada, entre la tragicomedia casi grotesca y el musical desbocado, entre el ensayo y el making of, Venimos de muy lejos apuesta -al igual que la obra homónima que le dio origen- a recuperar las historias de vida de los primeros inmigrantes (sobre todo italianos) que llegaron a los conventillos de la zona para ahondar luego en las diferencias generacionales (abuelos, padres, hijos) y los inevitables cambios propios del paso del tiempo.
Piterbarg propone constantes cambios de estilos y registros (hay hasta inserts editados de forma vertiginosa a manera de clips) y, si la película carece de unidad, cohesión y punto de vista (la idea parece ser la de un retrato coral y colectivo, con el barrio y la compañía como protagonistas), tampoco ayuda la presencia de la voz en off del siempre engolado y solemne Víctor Hugo Morales.
Así, aunque a nivel estrictamente cinematográfico la propuesta tiene sus carencias, Venimos de muy lejos queda, al menos, como un registro de un lugar, un tiempo y su gente. Tratándose de una experiencia sociocultural tan valiosa, no se trata de un mérito menor.