Dientes que no muerden
La secuela de "Venom" es una segunda parte rutinaria en la que el superhéroe pierde sus poderes (y a su compañero) a la vez que surge un nuevo villano.
Lo único que el público va a recordar al terminarse los 90 minutos que dura Venom: Carnage Liberado (Venom: Let There Be Carnage, 2021) es la escena post créditos que además de promocionar la próxima película, como es la costumbre, promete el tipo de cambio en las reglas de juego que vende clicks y titulares.
“A la gente le gustan los asesinos seriales,” sonríe Cletus Kasady (Woody Harrelson) tras las rejas y a días de la inyección letal. El chiste es que Harrelson se recibió de Asesinos por naturaleza (Natural Born Killers, 1994) como el seminal psicópata Mickey Knox, pero Cletus no posee su carisma ni el más mínimo resabio intimidante. Cuando escapa y une fuerzas con su amada Shriek (Naomie Harris) el resultado es una versión edulcorada y abreviada de la dupla de Mickey y Mallory Knox.
Ambos representan una mejoría (aunque sea pintoresca) con respecto al anterior malo, pero no son muy convincentes como amenaza, ni su plan es particularmente diabólico, ni se les desarrolla más allá de su presentación. Su conexión con el protagonista es apenas tenue, producto del capricho y la coincidencia. Son la parte más floja de una película que apenas los usa y casi ni los necesita.
Eddie Brock (Tom Hardy) comparte su cuerpo con Venom, un parásito alienígena que complementa la personalidad obsesiva y vacilante de Eddie con un id asesino (y constantemente hambriento). Ya charlen telepáticamente o Venom se le presente cara a cara (se extiende del cuerpo de Eddie como una viscosa masa de tentáculos) la fórmula es la de la pareja dispareja. Si los malos poseen pésima química entre sí, Hardy tiene una excelente química con sí mismo.
De nuevo el actor/productor es la mejor parte de la cinta, componiendo un unipersonal absurdo y entretenido. Borren al alienígena digital y esencialmente interpreta a un esquizofrénico obsesivo-compulsivo. Descarten la trama que lo pone a pelear contra otro alienígena digital - por motivos tan forzados que revelan la mano de la guionista Kelly Marcel - y lo que queda es una comedia pseudo romántica entre el reprimido Eddie y la faceta más desinhibida de sí mismo.
Venom: Carnage Liberado es marginalmente superior a su predecesora, dejándose llevar por la ridiculez de su concepto y dedicándole más atención a la relación central que define el tono y el humor de la historia. Pero sus intentos de comedia oscilan entre desesperados y predecibles, el curso de la trama (casual, insípida, moteada con detalles tontos o sinsentido) tiene una previsión maquinaria y en materia de acción o violencia no hay nada tan memorable como para justificar la ‘carnicería’ o ‘liberación’ del título.