Una cuestión que aún me desvela es el éxito abrumador que tuvo Venom (2018) cuando llegó a los cines.
Según mi análisis y sensibilidades, es una de las peores películas del género superheroico. Pero el gran público la amo y la segunda parte se confirmó de manera inmediata. Solo que tardó un poco más en llegar por culpa de la pandemia (aunque no haga falta aclarar).
La secuela es más de lo mismo, pero con la salvedad de que ya sabés de antemano el tono y cómo están construidos los personajes. En mi caso eso hizo que no la odiara, pero sí que la padeciera.
Es insufriblemente ridícula y tediosa pese a su corta duración. Andy Serkis hace un buen laburo en la puesta y la gran pelea está muy buena, aunque es corta. Como lector de estos personajes en su momento de gloria (los 90s), debo decir que el film superó a las viñetas en poder darle vida de esa manera, al ver los colores y la textura.
El resto es malo.
Podría destacar a Woody Harrelson, pero ni da. Él siempre cae bien parado, incluso aquí. Venom: Carnage liberado es una excusa de una hora y 37 minutos para llegar a la escena post créditos y obtener una gran revelación.