Lleven almohadas.
Eddie Brock (Tom Hardy) regresa (ver crítica de Venom), y ya con un Venom muchísimo más “compañero”, buscará reinventar su fama gracias a la oportunidad de poder entrevistar a Cletus Kasady (interpretado por Woody Harrelson), un psicópata y asesino en serie que, desde las rejas, espera a que le llegue su condena a muerte.
A partir de esta entrevista y con la ayuda total de los poderes del simbionte llamado Venom, Brock logra desentrañar un crimen que hasta ese entonces ni siquiera el FBI pudo resolver, con lo cual consigue volver a la cresta de la ola.
A partir de ese momento y sin tantos preámbulos, esta película (dirigida por Andy Serkis) irá tomando un ritmo totalmente rápido y desarticulado en donde pondrá en escena un desarrollo paupérrimo de los personajes, los cuales sin lucidez alguna irán sorteando mini tramas hasta llegar a un final totalmente predecible y bastante berreta. Y aquí la parte más fea se la lleva el papel de Harrelson, quien a pesar de ser uno de los mayores atractivos en el “spider-verse”, su personaje se reduce a un villano más del montón del cual poco se dijo y poco se dirá.
Pero si bien el guión tiene que ver (y mucho), tampoco es justo que reciba todos los palos, porque en realidad el mayor enemigo de Venom acá es la constante censura. Tanto a Venom como a Carnage, los censuran de una manera impresionante que les quita la seriedad y la crueldad que corresponde al momento; y ni hablemos de los alivios cómicos, que a falta de no generar risa alguna, ayuda a cortar con el poco clímax de tensión que pudo generar la cinta.
Podemos decir entonces que Venom: Carnage liberado se limita y a la vez se conforma con sólo lograr un buen CGI, y sobre todo con agigantar un poco más el universo Marvel con las benditas escenas post-créditos. No esperemos buenas escenas de acción ni tampoco una cuota de violencia, porque la verdad es que ambas son tan inexistentes como la propuesta narrativa que esta cinta conlleva.