DIVERTIDA CORRECCIÓN
Si Venom era una película que no aprendía de los errores de adaptaciones cinematográficas como Daredevil y que nunca encontraba un tono que la definiera, con lo que era una mescolanza indigesta de solemnidad e ironía impostadas, más algo de comedia involuntaria, su secuela tiene las cosas mucho más claras casi desde el comienzo. Venom: Carnage liberado se asume rápidamente como un disparate y en base a eso apuesta a ser una comedia bastante desatada y efectiva, lo que representa una enorme ganancia.
Quizás la clave haya pasado por darle un lugar más concreto y a la vez libre a Tom Hardy, que participó de la escritura de la historia. O también de la elección en la dirección de Andy Serkis, alguien que ha sabido trabajar múltiples registros actorales y que ya había mostrado algunas ideas de puesta en escena atractivas en Mowgli: relatos del libro de la selva y Una razón para vivir. La cuestión es que Venom: Carnage liberado es, valga la redundancia, una película mucho más libre y descontracturada, que entiende que lo que podía enriquecerla y diferenciarla estaba en esos contados pasajes de humor inconsciente que tenía la primera parte. Por eso la premisa es apenas una excusa para zambullirse en el delirio: Eddie Brock (Hardy) sigue luchando por adaptarse a su nueva vida como huésped del alienígena simbiótico Venom y encuentra una chance de revitalizar su carrera periodística al entrevistar al asesino serial Cletus Kasady (Woody Harrelson), que está encerrado en una cárcel. Claro que, por una serie de circunstancias un tanto azarosas, Kasady se convierte en el anfitrión de Carnage, otro letal alienígena simbiótico y escapa de prisión, con lo que todo queda servido para un enfrentamiento a gran escala.
En verdad, Venom: Carnage liberado es una historia de amor por partida doble, dos dúos de personajes buscando amoldarse entre sí y vidas en pareja, aunque casi todo esté en contra. Por un lado, Brock y Venom, obligados a convivir en un mismo cuerpo, en conflicto constante, pero también armando una amistad a las piñas, con pasos de comedia física a cada minuto. Por otro, Kasady y su vínculo romántico con Frances Barrison, el amor de su vida, una mujer que también tiene sus propios poderes convertidos en maldición, que contribuyen a un lazo que fusiona lo alocado con lo operístico y trágico. Ambas subtramas colisionan y se retroalimentan, siempre con tonos exacerbados, ya que el film descarta toda chance de solemnidad o reflexividad impostada, preocupándose mucho más por divertir y divertirse.
Por más que sea una secuela que es un eslabón más de una franquicia en construcción -y que hasta dialoga con una propiedad ya plenamente consolidada como es la de SpiderMan-, Venom: Carnage liberado tiene un pequeño cuento para narrar y es consistente con eso. En apenas algo más de una hora y media, sin muchas vueltas, delinea su relato de crisis de la pareja protagónica, surgimiento de un antagonista y choque final con consecuencias visibles y concretas. Lo hace con decisión, precisión y energía, sobreponiéndose incluso a altibajos en algunas resoluciones y giros del guión. Esa vitalidad hasta permite que Hardy se redima de su pésima performance de la primera parte, para entregar aquí una actuación que arroja una nueva luz sobre sus dotes actorales. A eso hay que sumarle los aportes de Harrelson y Harris, que están divertidísimos. Venom: Carnage liberado es una agradable sorpresa y una feliz corrección a los garrafales errores de su predecesora.