Les voy a decir la verdad: Venom es divertida. El segundo acto tiene cosas espectaculares y un montón de comedia física para la cual no creí que Tom Hardy tuviera talento. El drama con Venom es la historia y las motivaciones de los personajes (en especial la criatura del título, que pasa de ser exterminador serial de la humanidad a anti-héroe en menos de cinco minutos y sin que sean demasiado convincentes las razones del cambio), la caótica batalla de moco del tercer acto y el desafinado primer acto. No es un engendro, pero de seguro no figura entre lo mejor que ha dado Marvel hasta ahora (en realidad Sony, haciendo uso de la licencia que posee sobre los personajes del universo de Spiderman, decidió hacer un disparo en solitario para ver si podía seguir ordeñando la franquicia de manera tangencial y sin molestar a Marvel y su MCU, y se topó con la sorprendente recaudación de 800 palos verdes a nivel mundial, aún cuando la crítica yanqui la defenestró de una).
Si bien es cierto que Venom es un derivado de Spiderman (creado por David Michelinie & Todd McFarlane en 1984 – sí, el mismo McFarlane que inventó a Spawn – , Venom era un parásito extraterrestre que se pegaba al traje de Spidey, le daba mas fuerza y poderes extras pero, a cambio, comenzaba a apoderarse de su carácter y volverlo maligno, razón por la cual terminaba echándolo y caía en el cuerpo del periodista Eddie Brock, un chupamedias trepador que odiaba a Parker y con el cual se transforma definitivamente en el villano del título, historia que hemos visto plasmada en la pantalla grande en la caótica Spiderman 3), no me parece un sacrilegio escribir un origen alternativo y despacharlo en una aventura en solitario. El DCU ha manoseado los orígenes de Superman sin que nadie chistara, y hasta el mismo MCU ha cambiado el nacimiento (y la estética) de unos cuantos de sus personajes mas conocidos, sea Falcon, Scarlett Witch y hasta la paternidad de Peter Quill en Guardianes de la Galaxia.
Visto de esa manera, Sony tiene tela para cortar para rato, haciendo un universo expandido compuesto de villanos de Spidey (como la inminente Morbius, el Vampiro Viviente protagonizada por Jared Leto, y la secuela de Venom sugerida en la secuencia post créditos, con Woody Harrelson como Cletus Kasady, el cual dará a luz a Carnage, una versión autónoma y mucho mas despiadada del simbionte del título).
Acá, para diferenciar las cosas del MCU (o, al menos, de las películas de Sam Raimi), a Brock lo ponen en San Francisco como un periodista de investigación reconocido y serio (no el ruin trepador que hacía Topher Grace), no hay Hombre Araña ni Daily Bugle sino una misión privada al espacio, con un seudo lex Luthor (con algo de Elon Musk) que nada en guita y quiere colonizar planetas inhabitables. Así es como se trae una caterva de muestras de aliens hallados en un cometa, sólo que los bichos se sueltan en pleno vuelo y la nave se estrella. Sí, uno de los astronautas infectados es Jameson de apellido (como J. Jonah, aunque su hijo astronauta no debería ser un simbionte sino un hombre lobo de acuerdo a los comics), y uno de los bichos se escapa mientras el megalómano de turno hace experimentos con los bichos que le quedan, infectando a gente desahuciada y vagabundos que recoge de la calle. Y es que si la mezcla de simbionte y humano funciona, uno no precisaría traje espacial alguno para colonizar planetas con atmósferas hostiles en el interior de la galaxia.
Hasta ahí, todo ok. El drama es cuando aparece Tom Hardy en pantalla, el cual desentona. Es demasiado afectado y se quiere hacer el gracioso y no le sale, y uno piensa que hay un serio error de casting en todo el asunto. Tampoco se lleva bien con Michelle Williams (maquillada como una puerta, con minifalda a lo pendex y con cara de Valium), la cual es demasiada actriz para figurar acá (lo que pasa es que las franquicias Marvel han terminado abriendo puertas a todos los involucrados, reviviendo carreras o llevándolos al estrellato; sin Marvel, Jeremy Renner y Elizabeth Olsen no podrían haber accedido a filmar esa genialidad que es Wind River, o Chris Evans haciendo Un Don Excepcional, o Robert Downey Jr saliendo del oscurantismo y convirtiéndose en una estrella codiciada con la saga de Sherlock Holmes, dramas reconocidos y la próxima remake de Doctor Dolittle), y muestra química cero con Hardy. Y todo anticipa un desastre hasta que el bicho en cuestión entra en pantalla, se posesiona de Hardy y el director Ruben Fleischer (Zombieland) pone la película en overdrive.
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Lo que sigue es una catarata de disparates en donde Tom Hardy se redime, los chistes son graciosos y el inglés demuestra un enorme talento para la comedia física. Porque el simbionte lo maneja como si fuera un muñequito, hace proezas físicas imposibles y, cuando lo persiguen, las extensiones mocosas del bicho (que salen de su cuerpo y se pegan a cualquier cosa) le permiten tomar las curvas y saltar las colinas de San Francisco como nunca antes viste en el cine. Convertido en una especie de Jekyll y Hyde extraterrestre (y siempre discutiendo con la voz interna del bicho, que quiere hacer un desastre tras otro), Venom manufactura un delicioso segundo acto lleno de cosas originales. Quizás el drama con esto sea que Venom – que básicamente es un devorador insaciable de seres vivos – queda restringido por el rating PG-13 que le metieron al filme, obligando al director a orquestar masacres asépticas (y esto es porque los de la Sony no tienen un pelo de tontos y saben que en algún momento pueden empardar a Venom – y todo lo que saquen de aquí – con la franquicia oficial de Spiderman con Tom Holland, la cual tiene una onda apta todo público), cuando su estado natural hubiera sido el rating R y ser tan zarpado como Deadpool, con una pantalla chorreante de sangre y tripas.
Los problemas resurgen cuando el filme no quiere seguir sus propias reglas. Si Venom es un asesino en serie que quiere devorarse a cuanto ser humano se le cruce, de pronto se vuelve un amante de la vida y de la Tierra y decide matar (y comerse) solo a los malos. Lo otro es que la compatibilidad entre Venom y su huésped humano debe ser perfecta para que el bicho no lo mate en el proceso… pero no hay dramas si el libreto trampea esto y permite que Michelle Williams sea Miss Venom por un rato. Las cosas son predecibles y terminamos con una batalla de simbiontes, que tiene sus cosas inspiradas pero también su cuota de caos visual. Si bien las cosas buenas superan a las malas, resulta difícil aseverar que Venom es una pelicula pareja.
Aún con sus altibajos Venom me pareció potable porque los trucos con el moco negro extraterrestre están buenos, y porque mezcla horror con comedia. Hay muchas cosas para pulir, pero Hardy se hace con el personaje en el segundo acto y resulta entretenido. Podía haber sido una comedia muy negra (un inocente atrapado en el interior de un asesino serial caníbal), pero acá la cosa la sanitizan bastante como para ser amigable a un público pre-adolescente. El futuro está abierto y la franquicia puede mejorar drásticamente en la segunda instancia… o hundir de una en un estrepitoso fracaso. Por mi parte estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad a la serie, siempre y cuando siga por el lado de la comedia donde se anota sus mejores puntos.