Y se venía el fin del mundo...
La directora francesa Julie Delpy -también guionista en este caso- apuesta por una narración coral en este relato que por momentos coquetea con la comedia de carácter costumbrista para retratar, bajo la representación de una familia de clase media que se reúne en el campo a fines de los ’70, el contexto que marcaba la expectativa sobre la posible caída de la base espacial norteamericana Skylab y el supuesto fin del mundo de acuerdo a las especulaciones del lugar en que semejante aparato se precipitaría.
El titulo local Verano del ’79 además propone un interesante mosaico de personajes de época que también obedecen a modelos sociales que pueden mirarse desde el aspecto político más que sociológico. En esa familia que se reencuentra con motivos de festejo del cumpleaños de la abuela Amandine (Bernadette Lafont), en la tranquilidad bucólica de la Bretaña francesa, aparecen algunos parientes de derecha y otros de izquierda para enfrentar ideologías mientras las diferencias generacionales se terminan reflejando entre los niños y los adultos.
En el caso de los infantes se destaca el protagonismo de la pequeña Albertine (Lou Alvarez), niña sabia que vive con unos padres liberales interpretados por la propia Julie Delpy junto a Eric Elmosnino. La educación poco ortodoxa de la pequeña precoz contrasta con la de sus primos, quienes pertenecen a familias menos amplias y más rígidas en sus conceptos educativos y políticos. En los papeles correspondientes a los ancianos realza por encima de sus compañeros de ruta el abuelo con demencia senil, sobreviviente a la guerra, quien se lleva la mejor escena al entonar la balada de los hombres felices ante sus familiares que miran con admiración, tristeza, respeto.
El fuerte del film, por momentos demasiado ambicioso en lo que a propuesta narrativa se refiere, lo constituye el meticuloso trabajo en el guión y en la construcción de un singular y variopinto grupo de personajes, con un peso dramático importante en cada uno de ellos para que nada parezca forzado dentro de la dinámica de esta particular familia francesa, numerosa, graciosa y que seguramente genere empatía en el público con sus simpáticas ocurrencias o peleas a la hora de compartir un momento importante en la mesa.
Este tercer opus de la actriz en calidad de directora reafirma su capacidad tanto delante como detrás de cámara y su sensibilidad en la composición de los personajes.