Agridulce evocación de una infancia
Julie Delpy no es solo la rubia linda de "Antes de amanecer", "Antes de atardecer" y "Flores rotas", que estuvo como jurado del Festival de Mar del Plata 2001 junto a José Luis Borau, David Bordwell, Daniel Burman y otros notables. Ella también es directora, y de las buenas, según lo demuestra esta obra, la cuarta que lleva su firma, y que es también la primera que hace en carácter de comedia coral, agridulce y para toda clase de público. La historia junta un montón de parientes de diversas edades y condiciones en torno al cumpleaños de la abuela, allá por 1979. Hay que tener mano para armar semejante casting de niños y grandes con aire familiar, construir el clima de la época, vigilar que cada intérprete tenga su momento y que todos los personajes puedan ser reconocidos y entendidos por el público, y la película sea agradablemente llevadera, simpática, equilibrada en todo sentido, y capaz de despertar evocaciones cariñosas y depositar reflexiones que parecen ligeras pero tienen lo suyo. Todo eso se percibe y se admira en esta película, agradable evocación de una infancia más o menos similar a la propia infancia de la autora, que en este caso interpreta además a la madre de la niña protagonista, es decir, indirectamente, a su propia madre (a la que dedica la película). Cuidado, decimos que la evocación es agradable, porque uno suele recordar con simpatía incluso los momentos malos que quedaron lejos. En cambio la niña está viviendo esos momentos malos "en ese momento". Ella está sufriendo inquietudes, despertares y decepciones propias de su edad, y encima es consciente del peligro que se abate sobre toda la humanidad, una conciencia que los demás niños no tienen.
Ocurre que el Skylab está por caer en cualquier lugar del planeta. Y puede que sea en ese mismo lugar, encima de ellos. Sin embargo los niños juegan, los mayores se divierten pese a irreconciliables divergencias de todo orden, y por ahí hasta ella misma se distrae un poco de sus aflicciones.
Por si el lector no lo recuerda, el Skylab fue una estación espacial que orbitó durante seis años, hasta que un día avisaron que iba a caer sobre algún sitio indeterminado de la tierra. Hubo bastante miedo en el planeta, y también bastante gente que siguió su vida como si tal cosa. Si le caía encima el Skylab, una maceta, o el inspector de réditos, eso no iba a amargarla antes de tiempo. Al final cayó en Australia, lo que paradójicamente alegró al gobierno australiano, que aprovechó a cobrarle a la Nasa una buena multa por arrojar basura en lugar público. Pero eso ya es otra historia. La que acá vemos, tiene su propio deleite y moraleja.
Postdata: atención al viejo gagá de la familia, que aparece canturreando "La balada de la gente feliz", ese es Albert Delpy, padre de la directora. Y a las abuelas, Bernardette Lafont y Emmanuelle Riva, otrora respectivas representantes del ala derecha y el ala izquierda de la Nouvelle Vague. Rodaje en Saint-Malo y otros lugares de la costa bretona. Banda sonora con felices temas populares propios de los '70. Fotografía color medio "lavada", como una foto de aquellos tiempos que ha sufrido un poco la intemperie (una buena idea).