Jovenzuelos juegan Verdad o Consecuencia (no “reto”, pero bueno, vaya uno a saber por qué quedó tan hispano el título) y alguien empieza a hacer puré a los que mienten o no cumplen el “reto”. Ya se imagina el resto. Mucho susto, tensión sobreactuada y sí, claro, el asesino es siempre el que sonríe. El terror y el suspenso no funcionan cuando se filma y actúa, como aquí, a puro reglamento.