La búsqueda interminable
“Cómo querer tanto a alguien sin conocerlo”, dice la voz en off mientras la cámara corre sobre las hojas de los árboles en el suelo. La frase es la clave de Verdades verdaderas, la película de Nicolás Gil Lavedra que cuenta la historia de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
El director, que nació el año de la recuperación de la democracia, logra una historia sencilla, con algunos quiebres de la linealidad, flashbacks y saltos temporales que le dan ritmo a la crónica de una tragedia familiar. La misma de cientos de familias argentinas víctimas del terrorismo de estado entre 1976 y 1983.
Susú Pecoraro pone corazón y lágrimas al personaje de Estela, acompañada por un elenco de primeros actores: Alejandro Awada?, conmovedor en el rol de Guido, el marido de Estela; Inés Efrón, siempre poderosa, como Laura, la hija asesinada, madre en cautiverio; Laura Novoa, Claudia, la otra hija de Estela; Carlos Portaluppi, breve y contundente en medio del universo mágico de las Abuelas.
Verdades verdaderas, título poco convincente, enfoca el tema de la búsqueda de los nietos apropiados, la batalla de las ancianas que no bajan los brazos porque plantean la memoria como un derecho.
Estela era una mujer de clase media, igual a muchas, ama de casa, directora de escuela primaria, una señora que veía crecer a sus hijos y no quería que se metieran en nada raro. La actriz va oscureciendo la mirada sin perder el toque de ingenuidad que la salva de la locura. Cuando esto va a ocurrir, con todo desmoronándose, aparecen las otras mujeres que tampoco pudieron ver crecer a sus hijos e hijas. Rita Cortese aporta lo suyo en el inicio de las marchas de los jueves en la Plaza de Mayo, cuando eran apenas un puñado de mujeres custodiadas por los militares.
La película, bien fotografiada, con buena reconstrucción de época en ambientes y vestuario, visita cada estación del recorrido doloroso. No hay información nueva ni reflexiones, sólo la cámara que muestra cómo surgió la institución y la lucidez de ellas al crear el Archivo Biográfico Familiar, cajas con los tesoros que heredan los nietos cuando recuperan su identidad. El tono de la película es emotivo y dramático, emoción que depende del vínculo del espectador con el tema. Por eso molesta la música subrayando las escenas, un estorbo en el escenario de la tragedia. Verdades verdaderas se plantea como un legado, tal como el registro que Estela graba para su nieto Guido. “Alguna vez será”, dice soñando con el futuro.