Desde la vuelta de la democracia, el cine ha reflejado los hechos ocurridos durante la última dictadura militar de diversas formas. Como en otras tragedias colectivas, la memoria no es siempre igual a sí misma, sino que se transforma con el paso del tiempo. Los cambios en las representaciones artísticas tienen que ver con cuestiones estéticas, pero también con la percepción social de los hechos. Por eso no sorprende que, en el contexto actual, cuando el tema de los bebés robados durante la dictadura cobró una visibilidad pública que nunca antes había tenido, aparezca una biopic sobre la Presidenta de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. De La historia oficial (Luis Puenzo, 1985) a Verdades verdaderas. La vida de Estela -la película de Nicolás Gil Lavedra presentada en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, que se estrena el jueves 17- muchas cosas cambiaron.
La ópera prima del hijo de uno de los jueces del Juicio a las Juntas -el radical Ricardo Gil Lavedra- cuenta cómo se transforma una directora de escuela y madre de familia –Estela de Carlotto- luego del secuestro y asesinato de Laura, su hija embarazada. A partir de entrevistas a Carlotto y su familia, María Laura Gargarella y Jorge Maestro escribieron nueve versiones distintas del guión hasta llegar al definitivo, con estructura marcada por la alternancia entre varios momentos históricos: la década del 60, 1975, los momentos posteriores al golpe y la actualidad.
Más allá de algunos altibajos, la película cuenta con excelentes interpretaciones a cargo de figuras como Susú Pecoraro, Alejandro Awada, Rita Cortese, Inés Efrón, Carlos Portaluppi y Laura Novoa; que encarnan con franqueza la historia de esta familia platense de clase media atravesada por la brutalidad militar. En diálogo con El Guardián durante el Festival, Carlotto comenta la experiencia de verse retratada en la pantalla grande: “Yo no la puedo ver como una espectadora que evalúa una película, la veo en carne propia, me siento identificada con Susú, encuentro a mi marido en Alejandro Awada, veo a mis hijos en los gestos cotidianos. Son golpes de emotividad que a mí me conmueven muchísimo”.
Y no es para menos, porque el trabajo de Pecoraro es realmente impecable. Carlotto cuenta que antes de la película no se conocían personalmente con la actriz, pero empezaron a reunirse y a charlar para preparar el papel y fue como si se conocieran desde siempre. “Susú me dijo ‘mirá, Estela, yo voy a hacer de vos pero no te voy a imitar, te voy a personificar, y quiero conocer cómo sos para personificarte bien’. Y los ademanes de ella, los gestos, las palabras, las pausas, todo eso a mí me mata cuando veo la película”, cuenta Carlotto, que en Mar del Plata la vio por tercera vez, con público, luego de haberla visto dos veces en privado.
Pero Verdades verdaderas. La vida de Estela no es sólo una película. Para Carlotto, y también para el director, se trata de una herramienta para encontrar a los nietos que faltan, entre los que está Guido, el hijo de Laura nacido en cautiverio en 1978. Hace seis años, Gil Lavedra filmó un corto sobre lo que le pasaba a un joven cuando se enteraba de que podía ser hijo de desaparecidos, y lo donó a Abuelas para que lo utilizaran como un medio más de difusión. “A partir de ahí –cuenta el director- empecé a conocer a Estela y a compartir momentos con ella, y me fui enterando de aspectos de su vida. Ella me contaba cosas y a mí se me representaban en la cabeza como escenas de una película”. Pero a Carlotto no la convencía la idea de hacer una película sobre su vida: “No quería porque me siento una mujer común: yo barro la vereda. Y cómo van a hacer una película de una mujer común. Sé que lo que hago no es común, pero cualquier otra mujer en mi lugar haría lo mismo. El mazazo fundamental para que aceptara fue que podía servir como herramienta para encontrar más nietos y que esto se difunda en Argentina y en el mundo”.
Y en ese sentido, la película tiene un potencial enorme. El trabajo de los actores, pero sobre todo el de Pecoraro, logra llegar al espectador como ningún discurso podría hacerlo: desde la emoción. “Al mostrar a la mamá, a la mujer, a la abuela, hace que otras personas se puedan identificar con Estela y no tomar distancia con respecto a la figura pública”, señala Gil Lavedra. Tan potente es la historia que, durante la proyección, hay momentos en que ficción y realidad casi se confunden. Algo de eso pasó durante la función del Festival presentada por Carlotto y Gil Lavedra. “Cuando Abel, el padre que trabaja con nosotros (interpretado por Portaluppi) encuentra a su hijo robado y llora desconsoladamente y se abrazan; en esa escena, la gente empezó a aplaudir. Estaban festejando un triunfo”, señala Carlotto. Varios triunfos, en realidad (105 al día de hoy), que no pertenecen al campo de la ficción sino que son el fruto de 34 años de trabajo.
La película es, claramente, un producto de su tiempo. Tanto Carlotto como el director coinciden en que, en cada momento histórico, el cine se acercó al tema de la dictadura y de los bebés robados de manera distinta, a tono con lo que la sociedad necesitaba y podía ver. Gil Lavedra –que nació en el 83- comenta que, cuando se estrenó La historia oficial, la gente tenía miedo de ir a verla al cine: “En Argentina fue un fracaso comercial hasta que ganó el Oscar”. Carlotto, por su parte, reflexiona: “La historia oficial fue muy buena pero era tibia en lo que mostraba. En ese momento era lo ideal y lo posible, y después vinieron muchas otras: Garage Olimpo, Botín de guerra. Mostraban sobre todo los casos, que era lo que había que mostrar”.
Pero luego de varias películas y, sobre todo, de la reapertura de los juicios por la verdad, señala Gil Lavedra, la sociedad ya ha visto y oído sobre los crímenes de la dictadura: “La gente lo vio y lo entendió. Cada película cumple su función. Hoy que ya no hay que discutir si pasó o no pasó, podemos hablar del drama humano, de cómo fue atravesar eso para una mujer común. Hoy podemos ver esto y dentro de un par de años seguramente vamos a poder conocer algo más”.