Del dolor a la esperanza
Verdades verdaderas. La vida de Estela (2011) no es exactamente una biopic de Estela de Carlotto. El film, de manera inteligente, expone los dolorosos hechos que sufrió la referente principal de la asociación Abuelas de Plaza de Mayo sin golpes bajos ni maniqueísmos, para adentrarse de lleno en la lucha actual por la recuperación de los nietos.
Estela (gran actuación de Susú Pecoraro) vivencia los crímenes de lesa humanidad que sufre su hija Laura (Inés Efron) en tiempos de dictadura militar. El acoso constante del régimen, la obliga a hacerse fuerte y unirse a otras madres en similar situación, para juntas buscar a sus hijos y nietos desaparecidos. Si bien el film podría optar por el camino de la construcción del símbolo en la figura de Estela, camino más cómodo y seguro, felizmente elige el costado más humano, el de la madre impulsada por el dolor de perder a su hija y nieto.
No hay maniqueísmos del estilo: secuestrados-buenos y militares-malos. La película de Nicolás Gil Lavedra se centra en Estela como ser humano acorralado en una situación terrible y, desde allí, busca la identificación con el espectador y construye su grandeza. En este punto, el film hace honor a su figura pública, siempre alejada de la confrontación y el odio.
Hay grandes actuaciones de Susú Pecoraro y Alejandro Awada, como su marido, y del resto del elenco. Las actuaciones transmiten el dolor y la tensión que viven los protagonistas. Gracias a ellos, la película evita mostrar los hechos, evadiendo el golpe bajo y las imágenes predecibles e innecesarias.
Promediando la mitad de proyección, Verdades verdaderas. La vida de Estela da un giro satisfactorio hacia la recuperación de los nietos desaparecidos. Este giro es fundamental, pues privilegia la lucha de Estela por sobre su propia persona, algo que también rinde honor a Estela de Carlotto como persona.
Una película difícil por el tema que trata pero necesaria por la lucha que representa. Dolorosa por los motivos de público conocimiento pero con una luz de esperanza sobre el final. Esa esperanza que tanto Estela como el resto de Las Abuelas de Plaza de Mayo jamás perdieron.