Filme tan necesario como emocionante, suma además en su excelente dirección de actores.
No existen palabras que permitan expresar en su justa medida todo lo que, a través de una lucha que lleva casi 35 años, las Abuelas de Plaza de Mayo han hecho por la justicia, la verdad y la dignidad de todos los argentinos. Y entre ellas, entre todas nuestras abuelas está la presidente de la organización, Estela de Carlotto, una mujer que es uno de los mayores ejemplos morales de nuestro país y que a partir de su lucha que no cesa, siempre transmite convencimiento y serenidad.
La estatura y el conocimiento público que existe sobre ella hacen que la idea de Nicolás Gil Lavedra de debutar en el cine con un biopic sobre esta notable mujer pareciera temeraria. Pero Verdades verdaderas, la vida de Estela es una película tan sensible como inteligente que capta la esencia del personaje en cuestión a la vez que esquiva los problemas que podría acarrear acercarse a la figura de una persona tan presente.
Verdades verdaderas... arranca allá por mediados de la década de los 70 retratando el día a día de los Carlotto, una familia como cualquier otra. Estela, una docente que prefiere que su familia no participe de la política, su marido Guido, o simplemente "el tano", una persona con ideas claras y conciencia política, y cuatro hijos de los cuales tres (Claudia, Kibo y Laura) pertenecieron a la Juventud Universitaria Peronista. El núcleo familiar básico se completa con Remo, el hijo no militante.
El retrato familiar es de una sensibilidad sorprendente, Gil Lavedra logra transmitir la cotidianeidad de los Carlotto generando una cercanía pocas veces vista. Claro que para generar esa proximidad fue fundamental un buen casting y una excelente dirección de actores. Susú Pecoraro vuelve a ofrecer una actuación memorable, con la frescura y perfección de su trabajo durante todo el metraje, Susú es Estela. Alejandro Awada ofrece una composición con el mismo nivel de excelencia y naturalidad interpretando a un Guido que emociona por su fortaleza y su convicción. Incluso Ines Efrón, una actriz cuyos defensores debemos admitir que lleva consigo cierta puerilidad que transmite a casi todos sus personajes, logra darle carnadura a Laura Carlotto, una mujer joven desbordante de energía y fervor militante.
Justamente el rol de Laura es central, ya que ella es la hija de Estela que en cautiverio dio a luz al nieto apropiado que Abuelas de Plaza de Mayo buscan desde hace más de tres décadas.
A la hora de cerrar el relato Nicolás Gil Lavedra comete algunos pequeños pecados de juventud al provocar la sensación de falsos finales. Pero todo ello tiene justificaciones posibles (la nevada remite a un diálogo entre Estela y Laura cuando esta era niña y los “finales felices” le ponen imagen y proximidad a los fríos números que intentan mensurar la tarea de las abuelas) mientras que la aparición en la pantalla de la verdadera Estela de Carlotto disimula esos fallos y le agrega emoción.