"Te echaron de la radio, en la agencia no te dan ni pelota, te peleaste con mi mujer...", le dice un amigo a Marcelo Vergara en el inicio de esta película que asoma la cabeza como un drama, pero de a poco va matizando su temperamento con pinceladas de un humor leve, sutil e incisivo.
En la vida del protagonista de esta historia -el Vergara del título, interpretado con mucha solvencia por Jorge Sesán-, todas parecen pálidas: también acaba de romper con su pareja, y aunque se sentía más pleno en su papel de locutor en un programa radial nocturno, debe resignarse a tener un empleo gris y rutinario en un puerto (el film retrata con filo y agudeza la abulia en el mundo del trabajo). Pero hay algo que lo moviliza, aquello a lo que se aferra para salvarse de un completo naufragio: su deseo de ser padre, entendido en su caso básicamente como proyecto individual ("El amor de un hijo no se termina por un capricho", explicita el propio Vergara).
El director Sergio Mazza ( Natal, Graba) trabaja con soltura e inteligencia alrededor de esa motivación, que lleva al personaje a iniciar un tratamiento médico y a enfocarse decididamente en un objetivo muy concreto mientras transita por situaciones que exponen con crudeza el componente paródico que suele tener la vida del hombre común con ese ingenio que tan bien han desplegado directores como Wes Anderson, Noah Baumbach y, en la Argentina, Martín Rejtman.