El cuarto de hora
Cuando el cine argentino busca salirse de la norma como en el caso de este opus de Sergio Mazza, Vergara, aparecen por un lado las historias que se encierran en sí mismas y reflexionan con alguna cuota de existencialismo o metafísica, dosificada con humor, para evitar el lugar común del estereotipo tanto en lo temático como en lo que a personaje se refiere.
El cine de décadas atrás jugaba con la idea de resolver conflictos en las mesas de café, escenas archi calcadas encontraban ese espacio para que el relato utilizara el pretexto de diálogos altisonantes o explicativos, con tan poca confianza en el silencio de los personajes, que sonaba realmente absurdo pensarlo.
Marcelo Vergara es el nombre del protagonista de esta historia, cuarentón, anti social y con la singularidad de querer experimentar ese deseo irrefrenable de la descendencia o paternidad, siempre vinculado a las mujeres y no a los hombres. Cuando la norma cultural dicta que la paternidad para los hombres es un problema a determinada edad, Vergara expone todo lo contrario y gira el ángulo de la cámara -simbólicamente hablando- porque el conflicto del protagonista es su edad, su cuarto de hora en el que no ha tenido mucha suerte con las parejas al momento de proponer a las mujeres el proyecto de familia.
Sin embargo, Marcelo tiene su ética y escala de valores, los cuales defiende ante cualquier impostura sin que la opinión ajena opaque su manera de ser y obrar. Es por eso que procura mantener un equilibrio emocional, atemperar sus ánimos y continuar remando contra la corriente. Incluso con su amigo, quien acaba de ser padre e intenta disuadirlo de su deseo.
La buena elección de la banda sonora con la música de jazz, ese torbellino de notas expulsadas desde un instrumento de viento, encuentra una correspondencia con el bullicio interno de Marcelo pero no invade con su omnipresencia la película, para el desarrollo de escenas y tiempos muertos sin el aderezo molesto de la música incidental. Lo mismo ocurre con el humor asordinado y bien dosificado entre lo dramático para dotar de una atmósfera no solemne pero tampoco atravesada por la jocosidad teniendo en cuenta la característica de este personaje de pocas palabras.
La elección de Jorge Sesán para encarnar a Marcelo Vergara es un hallazgo de casting que el director Sergio Mazza logra explotar gracias al entendimiento entre el actor (que supo brillar en Pizza, birra, faso) y lo que el personaje requiere de él.