Vergel, de Kris Niklison
Por Mariana Zabaleta
Un lenguaje secreto queda al descubierto, el duelo pocas veces se describe tan opresivo, sin pie en diálogos corales cargados de monótonas palabras. El ancla del dolor deja a la protagonista varada en orillas de la locura, boyando en el mar de recuerdos y susurros, mientras su amado flota en cada eco sin poder descarnarse.
Con extrema elegancia, toda la puesta en plano se muestra finamente diseñada. Los colores, intensos, se suman al caudal de tensión que encausa en una atmósfera por momentos claustrofóbica. El calor acompaña cada plano mientras la acción transcurre únicamente en un departamento de octavo piso.
La protagonista espera repatriar el cuerpo de su difunto marido, los quehaceres de tamaña empresa marcan el pulso de una rutina que intercala diálogos por teléfono con el cuidado de las plantas. Un balcón frondoso configura una selva, el departamento es una misteriosa isla desierta donde la protagonista se encuentra naufraga. El encuentro con Otra, una misma que promete un afuera, ofrece un salvavidas emocional y carnal. Un momento íntimo, privado, queda al descubierto.
Asistimos así a la revelación de un secreto. Es “La vida secreta de las plantas”, aquella conexión arcaica que ciertas mujeres trasmiten desde generaciones, un vínculo real y metafísico, quizás químico, más bien concretamente sentimental que se pone en primer plano durante toda la película. Eros y Tanatos hacen su opaca presencia en la tensión que genera la atmosfera opresiva y el delirio de la protagonista, solo el grito sale de su boca. “Es más fácil decirlo con flores” reza un libro en un estante, húmedo y vivido canal de vida, las plantas alivianan el peso y permiten levantar el ancla del dolor.
VERGEL
Vergel. Argentina/Brasil, 2017.
Guión, fotografía, arte y dirección: Kris Niklison. Intérpretes: Camila Morgado, Maricel Álvarez, Daniel Fanego, Daniel Aráoz y Maria Alice Vergueiro. Música: Arrigo Barnabé. Edición: Kris Niklison y Karen Harley. Sonido: Martin Grignaschi. Duración: 86 minutos.