Viajar enriquece el espíritu, el alma y los conocimientos de las personas. Es una frase conocida y aferrándose a ella, un par de amigas brasileras se toman un avión y llegan a Rusia, para estar durante un mes estudiando en una escuela de actuación teatral.
Marta (Martha Nowill) y Manuela (María Manoella) son unas actrices que en su país les cuesta mucho hacer una carrera digna, no pueden afianzarse y trascender, superan los treinta años y decidieron perfeccionarse en su profesión, haciendo un curso en el otro lado del mundo.
El realizador Charly Braun narra una ficción, con tramos que se asemejan más a un documental, por la calidad de la imagen y estilo con el que se maneja.
La historia abarca la estadía de las chicas en la fría y nevada Moscú. Cómo asisten todos los días a clases, ensayan una obra y un maestro riguroso pero accesible, las guía, dándoles nuevas herramientas y técnicas para que puedan desarrollarse con éxito en el mundo de la actuación.
Pero no sólo es estudio, también salen a conocer la ciudad, viajan en subte, salen de noche y flirtean con hombres. Los días pasan y las rispideces entre ellas aumentan.
La convivencia comienza a complicarse, estar todo el día juntas las cansa. Ya no se toleran y trasladan sus problemas al instituto.
El director maneja los climas en cada escena con coherencia. Los altibajos anímicos de las chicas se reflejan en cada conversación. La atmósfera se rompe un poco cuando participan otros personajes en la historia, especialmente uno, que es un director joven, que se acerca amorosamente a las amigas, parece que va a modificarles algo su vida, pero luego desaparece, para nunca más volver.
Tanto los personajes de Marta y Manuela son creíbles con sus acciones y actitudes. El contrapunto entre ambas es permanente.
Ellas se alejaron por un tiempo corto de su país para tomar distancia, no sólo geográfica, sino también de su ámbito familiar, social y laboral, para poder reciclarse y reinventarse, tanto como actrices y, sobre todo, como personas.