Desarma y sangra
Verónika decide morir es un melodrama televisivo de esos que pasaban en el viejo canal 9 de Romay.
Verónika (Sarah Michelle Gellar) es joven y bonita. Tiene un trabajo que le permite un muy buen pasar económico. Pero no es feliz. Un día descubre que ese mundo que habita es una mentira, un vacío, una vacuidad. Y decide matarse. Es una niña rica que tiene tristeza. Y esta alusión no es traída de los pelos porque todo el sustento de esta película tiene mucho que ver con esos ‘90 que además de menemato nos legaron un pensamiento light y una filosofía new age. Bucay, Osho, Coelho, “los que se robaron el queso” y demás ascendían a los primeros puestos de ventas en las librerías y los suplementos culturales daban cuenta del fenómeno de los libros de autoayuda y muchos no paraban de enrostrarnos la posibilidad segura de alcanzar la felicidad con tan solo desearlo. Un mundo ficcional que se las daba de pura realidad se erguía ante nosotros y así nos dejó. Los del queso siguen robando otras cosas, Bucay quedó archivado tras algún juicio por plagio y Coelho escribe en la revista dominical del gran diario argentino y además llegó al cine, (este filme está basado en uno de sus best sellers).
Dije que Verónika decide matarse, pero obviamente no lo consigue. Para que haya película y para poder desarrollar la idea de una segunda oportunidad (tan característicamente hollywoodense) y permitir apreciar los métodos bastante particulares que un Doctor en psiquiatría lleva adelante en su clínica un tanto especial.
Que uno no tiene nada claro, que cuál es la medida de los desórdenes mentales, que nos podemos ayudar entre todos, que los dolores pueden superarse, que el amor es la clave resolutiva de todo, son los tópicos que un guión lineal y superficial desgrana con una seriedad que asombra. Como si con tocar el piano se diluyeran los traumas, los problemas, las frustraciones, los sufrimientos, esas culpas que cargamos o nos cargan, las responsabilidades por nuestros actos. Como si la respuesta fuera soplar y hacer botellas. Como si la solución se diera en un abrir y cerrar de ojos, sin intervención ni esfuerzo alguno de nuestra parte.
El elenco hace lo que puede con parlamentos y situaciones de una inveromilitud increíble trabajando personajes bastante estereotipados y esquemáticos.
Verónika decide morir es un melodrama televisivo de esos que pasaban en el viejo canal 9 de Romay. Así, tal cual, como si no hubiera pasado el tiempo. Y lo que enoja es que se juegue tan livianamente con temas que merecen más respeto. “No existe una escuela que enseñe a vivir” dice una canción por allí y algunos todavía no aprenden que de nada sirven las lecciones de vida.