Dos amigas, escaladoras de montañas, deciden superar una situación traumática subiéndose a una torre de más de 600 metros de altura en medio del desierto en este thriller de supervivencia. Estreno en cines.
Aveces, con poco dinero y una buena idea se pueden hacer muy buenas películas. Esa es una de las verdades de perogrullo que guían el llamado cine de «Clase B», que funciona a partir de esas bases. No es necesario un elenco de famosos ni grandes presupuestos para contar una buena historia. Hace falta, bueno, una buena historia y talento para contarla. VERTIGO –título local entendible por la trama pero desafortunado por motivos más que obvios– hace exactamente eso. Durante el 90 por ciento de sus 102 minutos de duración, la película de Scott Mann (sin relación con Michael Mann) tiene solo una locación y dos personajes, interpretados por dos actrices muy poco conocidas. Y sin embargo se las arregla –más allá de algunos momentos que van más allá de la credulidad– para construir tensión y suspenso. Y, claro, vértigo, mucho vértigo.
No es una película para temerosos de las alturas, ciertamente. Y eso se ve ya en la primera escena, en la que se muestra a la pareja que componen Becky (Grace Caroline Currey) y Dan (Mason Gooding) junto a Hunter (Virginia Gardner), amiga de ellos, escalando una gigantesca formación rocosa de esas que parecen inaccesibles para cualquier humano que no sea el protagonista de FREE SOLO. Si vieron ese excelente documental, sabrán de lo que hablo. Esto de escalar a mano pelada, con apenas unos pocos elementos de apoyo, bordea el intento de suicidio no asumido. Y, previsiblemente, ocurre una tragedia, ya que por la inesperada aparición de un ave Dan caerá desde las alturas a una muerte segura.
Ha pasado un año y Becky está deprimida como la gente se deprime en las películas. Toma alcohol, se pelea con la gente, vuelve a tomar al alcohol pero esta vez mezclado con pastillas, le grita a su padre (el más famoso Jeffrey Dean Morgan, el Javier Bardem estadounidense, en lo que es poco más que un cameo), se pelea con él y solo se salva del corchazo o sobredosis por la inesperada y salvadora reaparición de Hunter, que viene con lo que supuestamente es una gran idea para sacarla de ese pozo depresivo.
¿Cuál es esa idea? Escalar. Sí, así como lo oyen. Nada mejor para superar el trauma de las alturas que volver a ponerlo todo en juego. La propuesta de Hunter es subir una torre de televisión de 629 metros de altura en medio del desierto. La torre está inspirada en la verdadera KXTV/KOVR Tower, ubicada en Walnut Grove, cerca de Sacramento, California, y que fue la tercera construcción más alta del mundo cuando se hizo, en 1985, y hoy quedó como la octava más alta entre las que se sostienen en pie. El objetivo más directo es tirar desde allá arriba las cenizas de Dan, pero el más importante es atravesar el miedo, el trauma y la depresión.
Todo parece ir muy bien y a la media hora de película las chicas ya están arriba de todo. Es que, comparado con las montañas que escalaban con los dedos, acá no hay mucho más que subir y subir escaleras. Primero, por dentro de la torre y luego, un tanto más complicado, por fuera. Claro que Becky lo vive con mucho miedo tras lo que le pasó, pero su más desenvuelta amiga –que transmite todo para su canal de YouTube y lo hace vestida de una manera que ella misma define como «tits for clicks«– sube como si fueran las escaleras del edificio en el que vive. Se ha llevado un dron y todo, uno que la película obviamente utilizará.
VERTIGO arranca realmente ahí ya que, citando la novela de Mariana Enriquez, diremos que acá bajar es lo peor. ¿Por qué? No voy a spoilear, pero ya se irán dando cuenta mientras las chicas suben que la estructura es un tanto frágil y que hay otros potenciales problemas que les pueden complicar el tour. Y es así que, durante la hora restante, Becky y Hunter tienen que sacar conejos y conejos de la galera (tecnológicos y no tanto) tratando de encontrar la manera de salir de la segura muerte –por acción o inacción– que las espera ahí.
Más allá de algunos movimientos y «esfuerzos» que superan la credibilidad –y con una pequeña vuelta de tuerca que es extraña pero no totalmente fuera de lugar–, VERTIGO funciona bastante bien y logra crear una casi constante tensión respecto de las posibilidades que tienen las chicas de salir de esa trampa mortal. Buena parte del desarrollo es técnico (poner un objeto dentro de otro, ajustar cables, cargar baterías de maneras estrambóticas) y la película gana en los detalles. Cuando las chicas intentan explorar su relación –que es más complicada de lo que parece–, la película no tiene demasiado para narrar allí.
Mann se las arregla con lo que uno imagina son efectos digitales para crear la sensación de que las chicas están, realmente, colgando de la punta de un largo escarbadientes de más de 600 metros. El efecto es bastante más creíble que el de muchas superproducciones de cientos de millones de dólares (esta, aparentemente, costó solo 3 millones) y salvo por algunos momentos específicos, uno logra creer que las chicas, cual Tom Cruise en el edificio Burj Khalifa de Dubai, están realmente en la punta del alfiler que es la torre televisiva en cuestión. Y eso le da a cada uno de sus intentos de bajar o pedir ayuda un grado extra de tensión. O será que uno, que no se anima siquiera a asomarse a un balcón de un décimo piso si no está enrejado hasta arriba, es el público ideal para sufrir por las dos chicas desamparadas allí donde se está más cerca de los halcones que de los seres humanos.