Verne y una aventura sin pausa
A mediados del 1800 existió un escritor que no sólo describió con maestría mundos paralelos, viajes alucinantes, paisajes, situaciones y personajes. Un hombre que no sólo supo demostrar sus dotes literarias en cada relato sino que logró la mixtura entre el relato fantástico y los conocimientos científicos más variados. Este hombre se llamaba Julio Verne y sus obras han inspirado y siguen inspirando a los autores y directores más influyentes de nuestra época.
Entre las páginas de sus relatos tenemos por ejemplo la exacta predicción de alguno de los inventos que luego modificarían el curso de la humanidad: el helicóptero (en su relato Robur, el conquistador), los submarinos y motores eléctricos (La isla misteriosa), viajes a la luna (De la tierra a la luna).
Muchos catalogan a este autor como uno de los precursores de la ciencia ficción. Sin embargo, su forma de encarar el trabajo era volcar en sus historias las posibles aplicaciones de sus vastos conocimientos científicos y a su vez lograr la divulgación de estos saberes entre la juventud. Algo así como una democratización de la sabiduría entre las nuevas generaciones.
El cine, desde sus albores, reconoció en Verne la inspiración motivadora de una de sus primeras expresiones: el cortometraje Viaje a la luna (1902) de Georges Méliès está basado en el relato homónimo del autor y es uno de los primeros registros conocidos junto con las obras realizadas por los hermanos Lumière. Incluso un film aún no estrenado en Argentina como lo es Hugo, de Scorsese, encuentra su eje narrativo en la influencia de Verne y su mundo fantástico en los trabajos primigenios del séptimo arte.
Para los más freaks y fanáticos de las series antológicas de los últimos tiempos, han corrido mares de tinta tratando de conectar ciertos aspectos puntuales del relato con pasajes de la serie Lost: en la primera entrega, un grupo de personas junto con un perro llegan a una isla misteriosa luego de un accidente aéreo. Tanto para el primero como para la creación de J.J. Abrams, la isla no aparece en los mapas de la época, donde existen extraños seres, como consecuencia de mutaciones genéticas de lo más bizarras. Para el caso de Lost fruto de experimentos; para el de La Isla misteriosa derivados de una fauna propia, creada por el autor.
Lo cierto es que la vigencia de este escritor, a más de un siglo de la publicación del libro de referencia, es indudable y este jueves llega a nuestras carteleras una nueva adaptación cinematográfica, Viaje 2: La isla misteriosa.
En esta oportunidad el grupo de aventureros ya no son prisioneros fugitivos sino personas comunes y corrientes: un simple padrastro y su rebelde hijastro. La historia se centra en las aventuras de Sean (Josh Hutcherson), un adolescente con graves problemas de relación con el nuevo marido de su madre (interpretado por Dwayne Johnson). En este contexto, un mensaje cifrado de su abuelo (el siempre glorioso Michael Caine) con supuestas coordenadas para la localización de una isla misteriosa lo enfrenta con una realidad insospechada: su padrastro posee conocimientos que pueden ayudarlo a llegar al ansiado destino.
Juntos se embarcarán hasta el Caribe donde abordarán un helicóptero piloteado por un lugareño (el siempre efectivo actor de comedias blancas Luis Gusmán) y su adorable hija adolescente (la estrella adolescente Vanessa Hudgens), pero al llegar al centro de un huracán serán enviados a una isla remota donde se verán ante las situaciones más impensadas como el descubrimiento de elefantes en miniatura; abejas gigantes usadas como aeroplanos; ciudades submarinas expuestas; volcanes con lava de oro y lagartijas gigantes, entre otras rarezas del lugar.
El film nos lleva de una travesía a otra a un ritmo incansable, casi tan frenético como el amor por las aventuras del adolescente, los recuerdos del anciano y las ansias de formar una familia del padrastro. Todo ello enmarcado en los maravillosos escenarios que sólo la mente de un genio como Julio Verne podría imaginar.
La única pregunta por responder es: ¿quieren aventura?, si la respuesta es sí, el cine los espera y después por qué no una buena jornada de lectura de un clásico verniano.