Ausencias en el interior del recuerdo
Es notoria la presencia de la ausencia en ese departamento donde Leonor (Anna Castillo) y Estrella (Lola Dueñas), su madre, conviven. Ambas, en su pequeño duelo por la pérdida de un padre y un esposo, quien ocupaba el centro de ese espacio vacío. Ambas, en plan de contención aunque sin otro horizonte que atravesar cada lugar sin mirar hacia atrás pero tampoco con los ojos hacia el afuera o delante como sugiere cualquier manual básico de auto ayuda. Ellas están ahí para paulatinamente acercarse y alejarse la una de la otra; para superponer realidades distintas, a pesar de la proximidad de los cuerpos, la distancia es evidente. Leonor apenas entiende lo que significa el tránsito hacia la madurez y esas equivocaciones necesarias que para Estrella no son otra cosa que golpes de la vida que prefiere evitar para su hija cuando advierte alguna brisa distinta en ese aire viciado de cuatro paredes que las atraviesa.
Entonces salen, una afuera y lejos para entender cómo se crece sin ayuda de los padres y la otra establece una relación diferente cuando busca hacer de dos ausencias, la de su esposo y la de una hija, una sola para aceptarla y también encontrar en el ocio de la soledad la chance de recuperar el tiempo perdido. Hablar de proyectos es demasiado ambicioso para Estrella. A Leonor le ocurre algo similar en su aventura por Londres y se ve en la encrucijada de un regreso sin gloria o de una permanencia sin futuro.
Viaje al cuarto de mi madre de Celia Rico Clavellino es una película que explora desde diferentes aristas no solamente el vínculo entre una madre y su hija, sino que escarba en la superficie de las emociones desde la sutileza y sin apelar a recursos narrativos fáciles ni golpes de efecto dramático. Sus armas son más que nobles y empiezan por haber elegido en los roles protagónicos tanto a la joven Anna Castillo, quien desempeña un papel de hija con conflictos internos y contradicciones, que jamás opaca el gran trabajo de Lola Dueñas en un rol que merece todo tipo de elogio por la contención de su personaje y teniendo en cuenta que la actriz española por lo general no suele sobresalir en los personajes secundarios que le tocan en suerte.
No es un dato menor que ella interpreta a una madre sin haber pasado por la experiencia de la maternidad en su vida personal, doble mérito de la directora oriunda de Sevilla por brindarle tamaña aventura y creer en su capacidad intacta para comunicar desde la gestualidad contenida, los silencios y una batería inagotable de recursos dramáticos bien utilizados y con su justa medida.
Estamos frente a una ópera prima de enorme potencia y que lanza un nombre distinto en el firmamento de las directoras españolas.