Es curioso que Verónica Chen haya optado por este título, de evidente filiación con el Corto viaje sentimental de Italo Svevo. Y es curioso, porque el de Svevo era el viaje de un anciano que evaluaba con nostalgia, tibieza y ocasional ternura ciertos episodios, pero donde el sentimiento lo iba rejuveneciendo; como si el propio viaje fuera un acto de vampirismo para reencontrar la juventud.