Vivir sin hombres
La presencia magnética de Margherita Buy, algunas situaciones logradas y un par de frases certeras.
¿Quién no querría tener, al menos durante un tiempo, un trabajo que implicara viajar por el mundo, durmiendo y comiendo en hoteles cinco estrellas, con la única obligación de escribir informes sobre la estadía en esos alojamientos de lujo? Esa es la vida de Irene, una inspectora hotelera de cuarentilargos que acumula millas, siempre está de paso en su propia casa y no tiene marido ni hijos. Ella, la protagonista, encarna uno de los tres modelos de mujer moderna que nos plantea Maria Sole Tognazzi, hija menor del recordado Ugo.
La contracara de Irene es Silvia, su hermana, casada con dos hijas, y con las preocupaciones de un ama de casa: las compras, las nenas y un marido indiferente que ya no la desea. Hay un tercer arquetipo femenino, que sería un intermedio entre los anteriores: la mujer que será madre sin abandonar su carrera y sin que le importe tener o no un hombre al lado. Este es el dato fundamental y común a las tres: cualquiera de ellas podría decir la frase del título. Viajo sola, es decir, voy por la vida sin necesidad del sostén de un hombre.
He aquí un boceto de ensayo sobre la mujer actual y, también, sobre las relaciones interpersonales y la soledad en el siglo XXI. Con raptos de lucidez, algunas frases certeras y buenos momentos, muy fogoneados por la carismática y encantadora presencia de Margherita Buy, la actriz fetiche de Nanni Moretti. Pero la película no termina de conseguir la profundidad suficiente como para cumplir su cometido de, además de entretenernos, hacernos reflexionar.
Esa es una misión que le queda grande, algo que salta a la vista cuando Tognazzi se ve en la necesidad de introducir como personaje secundario a una antropóloga (la querible actriz inglesa Lesley Manville) que nos baje línea directamente y le dé cierta carnadura al asunto. Como si fuera un remedio para quitarnos del estómago esa sensación de publicidad turístico-hotelera encubierta que nos dan los paseos de Irene; como un artículo “profundo” intercalado entre las páginas de frivolidad de una revista tan agradable como prescindible.