Margherita Buy transmite el vacío de una vida aséptica
Autora del hermoso "Ritratto di mio padre" y de algunos largos bien comentados, Maria Sole Tognazzi, hija del gran Ugo, nos presenta aquí a una mujer de mediana edad, medido encanto, respetable independencia sentimental y trabajo envidiable: es inspectora de hoteles cinco estrellas.
Lejana, objetiva, aséptica, ella chequea hasta los mínimos detalles de atención al cliente, limpieza, etc., luego pide hablar con el gerente, recién ahí se da a conocer, y ya no hay pero que valga. Elevará su informe, caiga quien caiga. Tras lo cual vuelve a su departamento, igualmente limpio, aséptico y solitario. Como dice el título, viaja sola, y se da maña sola. No hace amistades, no tiene un solo momento de simpatía o complicidad con los empleados, nada. Sólo se muestra humana con sus pequeñas sobrinas, con el exmarido, que ahora es su único amigo, con su hermana, que le reprocha tanta autonomía, y, circunstancialmente, con una antropóloga, también en viaje de inspección.
Dos circunstancias -un compromiso por la vida y una muerte- la obligarán a replantearse su existencia. Por ahí va la historia, con una acertada reflexión final. En cambio, no parece tan acertado el estilo, igualmente aséptico, hecho de fragmentos episódicos, de ironías muy leves, pero eso se compensa con la actuación de Margherita Buy, modelo de sutileza y medios tonos, bien acompañada por Stefano Accorsi y Fabrizia Sacchi. El asunto recuerda un poco la novela "El turista accidental", de Anne Tyler, y su versión cinematográfica, que acá se llamó "Un tropiezo llamado amor", sobre un escritor de guías que rehuye todo compromiso afectivo, pero, puestos a comparar, la película italiana sale ganando. Eso sí, los hoteles (uno de Place de la Concorde, otros de Gstaad, Siena, Marrakech, Berlín, Fasano y Shanghái) se lucen menos de lo esperado.