Otro hijo bobo de la falta de ideas
Ya desde el trailer promocional se podían vislumbrar varios elementos que nos indicaban que esta nueva versión del clásico de Mary Shelley era innecesaria y que su objetivo era plantear una aventura moderna y pop con aspiraciones de franquicia. Bueno, por los resultados de recaudación obtenidos y las críticas negativas generalizadas, no creo que esto último pueda resultar viable.
En esta entrega del director Paul McGuigan ("7, el número equivocado") y el guionista Max Landis ("Poder sin límites") abunda la pompa y la exageración, tanto que hace que grandes actores como James McAvoy (Victor Frankenstein) y Daniel Radcliffe (Igor) por momentos se vean ridículos tratando de dar vida a los científicos locos que plantean.
Los personajes de esta propuesta son demasiado afectados y exuberantes, lo que indefectiblemente deriva en la pérdida de credibilidad del público, que si bien sabía que se iba a encontrar con una versión más efervescente del clásico, no creo que esperara una puesta en escena tan aparatosa y artificial.
Lo original si se quiere es que esta película se centra más en el personajes de Igor que en el Dr. Frankenstein, es decir, Radcliffe guía la trama mientras que McAvoy acompaña en el rol de amigo-villano. McGuigan y Landis introducen un interés amoroso para nuestro protagonista, una trapecista que trabaja con Igor cuando éste vivía con una compañía de circo, algo que en mi opinión no estuvo muy bien manejado y le agregó burbujas a una propuesta que supuestamente pregonaba más oscuridad y humor negro.
En general la propuesta se queda en sendas seguras sin arriesgarse demasiado, sin ofrecer algo verdaderamente interesante o nuevo. Está más enfocada en hacer un despliegue visual con algunos toques de drama, como para maquillar esa intención principal que es enganchar desde la pirotecnia. Finalmente no lo logra y se convierte en otra entrega fallida, insulsa y olvidable. El monstruo que crean los dos protagonistas queda en un total segundo plano y aparece recién sobre las secuencias finales de acción que son tan pomposas como aburridas.
Un nuevo producto defectuoso de la parafernalia actual que está falta de ideas originales. Prefieren revisitar y destruir clásicos que ponerse a pensar en algo innovador. Un fenómeno de los últimos 10 años que esperamos toque fondo y de lugar a un movimiento de nuevos talentos y gente con ganas de aportar algo nuevo.