Victoria & Abdul

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

FREARS Y SU AMABLE FIRMEZA

El realizador multipropósito que es Stephen Frears viene entregando en los últimos años una serie de películas donde la figura femenina es central: Doble o nada, Florence, Philomena y ahora Victoria y Abdul son films sobre mujeres que hacen lo que quieren, que progresivamente van tomando decisiones por sí solas, buscando armarse sus propios destinos y chocando en el medio con fuerzas que se les oponen. Lo llamativo del cineasta es cómo en la mayor parte de estos relatos consigue eludir hábilmente el trazo grueso y construir narraciones amables, pero aún así firmes en sus posicionamientos.

Basada en una novela de Shrabani Basu, Victoria y Abdul cuenta la historia real de una inesperada amistad que surgió entre la Reina británica (Judi Dench) y un joven mayordomo indio (Ali Fazal) al que le ordenaron viajar a Gran Bretaña para participar en las celebraciones correspondientes al Jubileo de Oro de la monarca en 1887. En su primera hora, el film tiene un gran acierto, que es plantearse casi como una comedia paródica, que explicita al extremo no solo la ridiculez de las normas y ritos que cimentan a la estructura monárquica, sino principalmente su inutilidad. En eso es clave que el punto de vista esté mayormente construido desde la mirada de Abdul, un tipo que puede estar fascinado con todo lo que ve, pero que desde sus acciones –marcadas por cierto arrojo, pero también algo de irresponsabilidad y hasta imprudencia- evidencia la futilidad de todos los protocolos que lo rodean.

Es esa mirada casi involuntariamente cuestionadora de Abdul la que sirve de trampolín para que sea la propia Victoria la que ponga en crisis su propio rol y el de la estructura de la que es la cabeza más visible. La inocencia del indio se cruza con la melancolía (y hasta cinismo) de la británica, pero en esa amistad que va creciendo, sorprendiendo e indignando a todo el círculo monárquico, Frears no confunde amabilidad con paternalismo: el de Abdul puede parecer por momentos un personaje casi imposible en su bondad, pero no deja de tener grises en su identidad que se complementan con la de una Victoria que está marcada por la conciencia plena de que su final se acerca pero que aún así quiere recuperar un propósito en su existencia.

El vínculo casi romántico entre Abdul y Victoria adquiere en el film de Frears una relevancia política que va más allá de cómo esa amistad era rechazada por los demás actores del poder político británico, como el Príncipe de Gales (Eddie Izzard) o el Primer Ministro (Michael Gambon). En Victoria y Abdul se discute el propósito de la monarquía y hasta las implicancias del dominio inglés sobre territorios a los que no se dignaba a pensar mínimamente. Por eso también tenemos los apuntes que vierte el otro mayordomo indio, Mohammed (Adeel Akhtar), quien contempla con horror, desde su propia construcción cultural india, a esos salvajes británicos.

Claro que a medida que avanza la trama, va quedando claro que la vejez y finalmente la muerte van a ir dictando los acontecimientos e imponiéndose a los deseos de los protagonistas. Y es ahí donde se evidencia que los únicos personajes realmente sólidos son los de la Reina y su mayordomo, mientras que los demás no pasan de la caricatura. Cuando la película entra definitivamente en el territorio del drama, las bajadas de línea empiezan a ser demasiado explícitas, surgen algunos golpes bajos y se acumulan situaciones marcadas por el esquematismo. Pero aún así Frears cuenta como aliados a Dench (dándole nuevos matices a un personaje que ya había encarnado en Su Majestad, Sra. Brown) y Fazal, que siempre conservan la dignidad pertinente.

Con sus desniveles, Victoria y Abdul confirma que Frears ha ido consolidando un estilo simple en su concepción, con una puesta en escena casi invisible, pero que paradójicamente le permite traficar un punto de vista indudablemente personal. El realizador siempre privilegia a los personajes, no se impone a las historias que narra y desde ahí construye una mirada sobre el mundo firme, potente incluso, y mucho más disruptiva de lo que podría parecer a simple vista.