Abogada de día, neurótica de noche.
Una y mil veces no hay que dejarse engañar por la elección de las distribuidoras locales al momento de traducir o adaptar el nombre de un film para hacerlo más “amistoso” a nuestras salas y potenciales espectadores. Este principio suele ser vital en géneros como el Terror y la Acción, pero en el caso de Victoria y el Sexo (Victoria, 2016) conviene prestarle su debida atención, ya que si bien el personaje al que hace mención el título es el centro del relato, su costado sexual es apenas un corolario o anotación al pie, pero seguramente las mentes del marketing pensaron ayudaría a vender la historia, incluso cuando la obra en sí cuenta con el valor suficiente para ser una propuesta atractiva sin necesidad de aditamentos gancheros.
La mencionada Victoria es una abogada parisina treintañera, madre soltera a cargo de dos hijas, en plena lucha por mantenerse a flote cuando un amigo cercano pide que la represente ante la corte a raíz de una acusación de intento de homicidio que recae sobre él por parte de su pareja. En el medio de todo esto, Victoria tiene que lidiar con su ex -poeta, bohemio y padre ausente- la fragilidad de su economía hogareña y un babysitter poco convencional que le soluciona problemas tanto como se los genera desde lo sentimental.
La belga Virginie Efira (Elle: Deseo y Seducción, 2016) interpreta a Victoria y en ningún momento deja de ser el imán de la narración. La directora francesa Justine Triet utiliza el hogar de la protagonista y el ámbito de la corte judicial como los dos espacios en que vemos sin filtro al personaje principal, en lo más alto y lo más bajo, al borde del colapso escena tras escena. Probablemente sea este uno de los mayores atractivos de la película, esa sensación de estar constantemente ante la certeza de que Victoria es una bomba de tiempo, a punto de explotar en cualquier momento.
Como mencionamos inicialmente, ese “sexo” del título no es ni por asomo una parte vital de la historia, aunque bien podría serlo su carencia. Pero no es la propia Victoria quien lo padece, sino que todo aquel que la rodea parece estar obsesionado con su vida sexual. La idea de una protagonista que elide conscientemente el sexo y se mantiene firme ante su elección da una profundidad inesperada al personaje, uno que expone sin cursilerías cómo es la vida de una madre soltera que pone todo aquello no-esencial de lado para simplificar su vida.
A contramano de la veta más popular de la comedia francesa, Victoria y el Sexo es una obra que evita los lugares comunes y asume el riesgo de meter al espectador de lleno en una historia que por momentos incomoda, por momentos nos interpela y por momentos logra destellos de profundad gracias a la fragilidad de un personaje que se dobla pero nunca se rompe.