Victoria y el sexo (Victoria; 2016) es un film francés dirigido por Justine Triet. La temática se centra en Victoria (Virginie Efira), una abogada que atraviesa una crisis de la mediana edad (los 30s). ¿Quién puede culparla? A los problemas laborales hay que añadir que es madre soltera de dos niñas y tiene una ex pareja que expone sus secretos personales en un blog con excesivo descaro.
Sin embargo, la sinopsis recién señalada es un puente para demostrar el verdadero problema de Victoria: el sexo. Nuestra protagonista es una workaholic que encuentra el placer en el trabajo. En una sesión de terapia la misma Victoria reconoce no tener goce, solo placer por su ocupación. El problema que ocasiona el entorno que la rodea es la acumulación de stress, ella ha pasado tanto tiempo siendo abogada que no sabe como ubicarse en otro aspecto, la ambivalencia se hace presente en su vida personal de la misma forma que en la defensa de un culpable o un inocente. Después de una suspensión de 6 meses no sabe que hacer con su vida. Al principio pasa más tiempo con sus niñas, después está al borde de la decadencia con automedicación de pastillas y termina buscando erróneamente compañía masculina por las noches.
Victoria no utiliza el sexo como goce mismo sino como vía de escape y éste, se postula como una salvación en un mundo frívolo. El caos que producen los magistrados con sus casos y desequilibrados personajes (hombres, mujeres, perros dálmatas y chimpancés, todos sirven como prueba/testigo en un estrado) en contraposición al conflicto interno de Victoria y su abstinencia sexual no planeada llevan a una conclusión: las leyes son útiles más no afrodisíacas.
Victoria es una mujer al borde de una crisis nerviosa cuya vida personal afecta a su trabajo y viceversa, una premisa que puede atrapar algunos espectadores.