De mal en peor
Los franceses se especializan en sintetizar en sus producciones cinematográficas varios géneros y estilos, caracterizándose, en muchas ocasiones, por generar híbridos como Victoria y el sexo (Victoria, 2016), una lúcida reflexión sobre la vida moderna y las posibilidades de relacionarse en ella.
Comedia, drama, película sobre separación, amor, desamor, tópicos que aparecen en esta propuesta que no le escatima a su protagonista problemas y obstáculos, porque a la Victoria del título le pasan muchas, muchas cosas.
Victoria vive en un departamento minúsculo, está separada de su marido, un exitoso escritor, intenta salir adelante con su profesión y con sus dos hijas, aunque a veces deba recurrir a ayudantes temporales, los que, inexplicablemente, terminan siempre dejándola de un momento para otro o enamorándose de ella, y en varias oportunidades lo único que desea es recostarse en su cama para que el tiempo pase sin más.
El segundo film de ficción de Justine Triet (La bataille de Solférino) propone un juego de amor/odio con su personaje principal, una mujer adorable y detestable a la vez, que suele manipular a los hombres que la rodean, a pesar de la vulnerabilidad real que posee y que termina por debatirse entre varios planos que el guion le ofrece. Porque en la historia, también de Triet, se juega todo el tiempo con esa dualidad, la de mostrar a Victoria como una mujer aguerrida y estoica, pero que en los momentos de debilidad y flaqueza (que se multiplican, por cierto), toda esa fortaleza no sirve para mantenerse en pie ante los avatares de la vida.
Victoria y el sexo fusiona géneros para sacar provecho de cada uno de éstos y amalgamar así el relato, enfocándose no sólo en la veta “judicial” o “procedimental” de la historia, sino, principalmente, en la vida amorosa del personaje. Triet prefiere “humanizar” al personaje, un rol que en manos de otra actriz hubiese caído en el trazo grueso, pero que en la piel de virginie Virginie Efira (Elle - Abuso y seducción) cobra otro sentido.
Victoria sufre porque así como realiza constantemente malabares para cumplir con todas sus obligaciones, de madre, de abogada, de ex mujer, de hija, de amiga, de jefa, inexplicablemente no puede disfrutar, o imaginarse haciéndolo, del sexo opuesto. Y mientras se debate entre el avanzar en relaciones y cuidar a sus hijas, la visita recurrente de un joven (Vincent Lacoste) que se empeñará en ayudarla con el caso que debe afrontar, pero también en su vida, el relato progresa a fuerza de verdad y de humor, de realidad y fantasía, y de mantener expectante el deseo de saber qué pasará con esta mujer que sufre una serie de inexplicables malos momentos, los que, cual bola de nieve, comienzan a desencajarla de aquellos espacios conquistados con su empeño sin freno y arrasando con todo a su paso.