Experiencia singular en una única toma en Berlin
Hubo en este BAFICI dos películas homónimas con nombre “Victoria” y ambas tienen como personaje central a una mujer que porta ese nombre. Hasta allí el lejano parecido ya que la que motiva esta nota es tan especial que bien podría caracterizarse como la máxima “perlita” del Festival.
De origen alemán y dirigido por Sebastian Schipper, “Victoria” es su cuarto largometraje siendo una obra extremadamente singular, al estar filmada en una única toma. Había antecedentes como “El arca rusa” de Alexander Sokurov, con un único plano secuencia dentro del museo del Hermitage, aunque de menor duración (95 minutos). También lo serían en otro sentido (cámara en mano) las primeras películas, mayoritariamente danesas, del “Dogma 95” de Lars von Trier y Thomas Vinterberg entre otros.
Pero su duración de 140 minutos y una trama que en ningún momento decae hacen que esta película sea un hito dentro de la historia del cine.
Todo transcurre en Berlin comenzando en un típico bar colmado de jóvenes y donde pronto distinguimos a la protagonista bailando, para luego entablar un diálogo con un grupo de amigos en inglés. Ella es española, extraordinario casi debut de Laia Costa, y su principal interlocutor es Sonne (Frederick Lau) que le habla en inglés, ya que la joven tiene poco tiempo en la capital alemana.
Salen del bar y la cámara los “persigue” (lo hará durante todo el transcurso del film) hasta el auto de Sonne y sus tres amigos de extraños nombres (Boxer, Blinker, Fuss). Ella tiene una bicicleta y de allí en más se moverán alternando medios de locomoción (auto, bici, a pie) pasando por una terraza a gran altura donde suele reunirse el cuarteto de hombres, el bar donde ella trabaja y otros lugares no tan fáciles de ubicar en Berlin, pero que por información de las gacetillas, sabemos que es “Mitte”.
Cuando se revele que Boxer estuvo en la cárcel y que debe juntar un dinero “que debe”, el ahora quinteto se movilizará en el auto, conducido por Victoria y la película entra en otro tono que por respeto al espectador potencial no develaremos.
Lo que sí podemos revelar es que habrá situaciones dramáticas que la “cámara en mano” realza y que la química entre Victoria y Sonne es notable y sus interpretaciones sobresalientes. Algunas pocas incongruencias (escena en un hotel, maestría de ella tocando “Mefisto”) no ensombrecen en absoluto los múltiples méritos de una obra extremadamente impactante y que por suerte pudimos ver pocos meses después de su presentación inaugural en la última Berlinale.