Victoria

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El filme abre presentándonos al personaje que le da nombre, a Victoria (Laia Costa), ella baila, sólo baila, sola. Luz estroboscópica con intenciones psicodélicas, la joven se agita, mueve los hombros al compás repetitivo, constante, muy cercano a lo tribal, del retumbante ritmo de música electrónica, esa que ataca al cerebelo, impide ponerlo, aunque sea una mínima porción del cerebro, en funcionamiento. Sigue moviéndose cubierta de sudor, los ojos cerrados, agotada, pero no parece feliz, esta sola.

Al salir del local (en mi época se le llamaban boliches bailables), nos encontramos en Berlín, y como escenario el famoso barrio de Kreuzberg, Victoria se topa con cuatro nativos a los que les impidieron entrar por el estado de ebriedad de algunos de ellos, no se conocen, ella acepta la invitación a seguir en el ritmo de locura en una fiesta privada. ¿Por qué?

En seguida nos damos cuenta que la fiesta no existe, van sin rumbo, Sonne (Frederik Lau), Boxer (Franz Rogowski), Blinker (Burak Yigit) y Ful (Max Mauff) y Victoria, de un lado a otro en la noche berlinesa, aunque el relato febril de una noche desquiciada por los excesos se termina convirtiendo en algo mucho más oscuro, sin ningún tipo de justificación, de desarrollo, o algo que se le parezca al trabajo de un guionista..

Intenta transitar desde la radiografía de un grupo de descerebrados, hasta querer ser un policial, sobre el final de la narración.

Proyectada en un falso plano secuencia, no está filmada en un plano secuencia, sino que le pregunten a Alexander Sokurov sobre que estoy hablando. Eso si, es un alarde de virtuosismo técnico, que posiblemente sea lo que seduzca a muchos, al mismo tiempo lo mejor de la realización, o lo único, lo interesante, las formas en que se ocultan las rupturas temporales, que hacen que realmente parezca un plano secuencia rodada sin cortes, ayudado por el muy buen manejo de la cámara, pero como los excesos siempre son perjudiciales, la cámara en mano termina por cansar al espectador, y ahí se acaba.

Nada es del orden de lo verosímil, ningún personaje tiene desarrollo, el conflicto que debería impulsar el relato se disuelve en segundos, no tiene sostén de ningún tipo, para colmo del aburrimiento dura 140 minutos.

Dos temas:

1) Que me disculpen, pero la juventud no es estadística, y cinco personajes no son muestra cabal ni representativa de una grupo etáreo de la sociedad.
2) El acceso a la tecnología de manera masiva produce esto, cualquiera toma una cámara en su mano, una idea mínima sin desarrollar, reúne a unos cuantos amigos y hace gala de un saber técnico. El relato parece ser lo de menos, son muchos los que creen que esto es cine, pero no son todos, por suerte.