La seducción en su laberinto
Destacada por haberse filmado en un único plano secuencia (es decir, una toma sin cortes, como El arca rusa, de Alexander Sokurov), Victoria es a un tiempo un prodigio técnico y un thriller hermético, peculiar, que pone los pelos de punta. Mientras el vértigo responde al fundacional plano secuencia inicial de Sed de mal, de Orson Welles, y recoge el guante de la fórmula frenesí más violencia, inaugurada por Gaspar Noé en Irreversible, la película detiene a sus personajes en dilemas morales de los que no parecen tener otra opción que el peor destino. Envolvente desde el arranque, la película muestra luces lisérgicas y sonido tecno que sitúan la acción en una discoteca; Victoria (Laia Costa) baila entregada al narcótico ritmo. Al salir de la pista, la chica española conoce a Sonne (Frederick Lau) y su heterogéneo grupo de amigos multikulti, que tipifica a la actual sociedad berlinesa. El cortejo de ambos, pese a su dispar origen, mantendrá el pulso de la madrugada y el lazo, aunque inverosímil, hará de Victoria la cómplice de un delito. Enroscado, el film de Sebastian Schlipper (actor de Trío y Corre, Lola, corre) juega con las cartas marcadas, pero es un laberinto adictivo e imposible de abandonar.