ELLA BAILA SOLA
Sebastían Schipper es el creador de Victoria, un filme estridente no apto para claustrofóbicos. Filmada en un único plano de 140 minutos, la atmosfera de la película se presenta como la protagonista de un relato que acompaña las acciones de un grupo de jóvenes berlineses durante toda una madrugada.
Victoria es madrileña pero vive en Berlín hace tres meses, trabaja en un Café y por las noches baila sola en una disco local. Entre luces estroboscópicas y música electrónica ella disfruta de su juventud pero también de la estadía en esa ciudad que la fascina. Esta parece ser su rutina, y es este embelesamiento el que Schipper busca retratar cuando decide concentrarse en primerísimos primeros planos muy intimistas del rostro de la actriz.
La pandilla urbana se topa con Victoria, y sin muchos rodeos logran que se una a su grupo con el objetivo de seguir festejando más allá de las fronteras del local bailable. Entonces, a partir de aquí, la historia se presenta como un increccendo de tensión dramática que no cesa hasta el final del metraje. Aspecto que se ve amplificado no sólo por la decisión estética del uso del plano secuencia, sino también por la utilización de la cámara en mano, efecto que provoca más naturalidad a la narración, así como también la sensación de que el espectador es uno más de ese grupo de jóvenes desde una falsa subjetiva.
La tensión alcanza límites insospechados y lo que comienza siendo una fiesta pronto, se va transformado en un policial europeo en donde las persecuciones están a la orden del día, casi como en un video juego de realidad virtual. Pero Victoria es mucho más que ese cúmulo de tensiones, es un filme que logra traspasar la pantalla cuando incluye a la audiencia en un ritmo dramático que pocas veces se vio. Es decir, la película seduce y convence al espectador del mismo modo y al mismo tiempo que se ve transfigurada la noche de diversión en un caos delictivo.
Por Paula Caffaro
@paula_caffaro