Videocracy

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

Logrado relato que permite comprender la relación entre medios, negocios y poder político.

En los últimos 30 años, Italia ha ido modificando su estructura social y política, tanto como su fisonomía, su imagen como Nación. En todo este proceso de cambio, Silvio Berlusconi fue el protagonista esencial. En ese documental su realizador propone mirar este proceso a partir del modelo de televisión desarrollado por Il cavalieri. Como a partir de la instalación de un monopolio en los medios masivos en Italia, promovió un cambio de imaginario social, de deseo compartido. De la imagen sobre el éxito y el fracaso.

A partir de un primer programa de gran arraigo popular, la televisión berlusconiana se basó en puro espectáculo, mujeres pulposas, y constante implicación al público, ya sea como asistente, concursante telefónico o como potencial estrella en el firmamento televisivo.

Cuatro son los personajes sobre los que se basa el recorrido. Tal vez el más sufrido sea un muchacho de un pueblo que imita a Ricky Martin y práctica karate. Convencido de que tal conjunción le facilitará la fama televisiva, ya que ni Ricky Martin práctica artes marciales como Van Damme, ni este baila como el cantante latino. Ningún fracaso en los castings podrá alejarlo de su sueño central: estar en la televisión. Porque estar en la televisión, como él dice, es la puerta al éxito en todos los órdenes de la vida.

Los otros personajes que dan cuenta de este mundo televisivo, este mundo de Berlusconi, este mundo de millonarios o, como pretende sintetizar el director, esta Italia televisiva (y televisada) son: el principal agente de televisión, amigo de Berlusconi, habitante de una exclusiva villa de super millonarios, donde también reside el presidente, y orgulloso fascista, que lleva en su celular el himno del viejo partido de Mussolini; un furioso paparazzi que odia a los ricos y famosos, que termina deviniendo el mismo una estrella televisiva y el propio Berlusconi, no ya directamente, sino desde sus apariciones públicas.

El documental por momentos queda atrapado en la anécdota o el testimonio algo reiterado, perdiendo potencia política y capacidad explicativa respecto de la impronta de los medios masivos en la transformación social italiana. Pero presenta dos momentos que iluminan, más que cualquier larga explicación, la construcción del imaginario social y la unificación de los discursos sociales. El primero es el momento en que en un centro comercial se realiza el casting para elegir a las bailarinas que rodearán al conductor de un programa. Mientras las niñas/jóvenes bailan sensualmente, y se ofrecen para ser elegidas (porque, como testimonian, es una buena manera de ganar plata, y la puerta para casarse con un futbolista y hacerse millonarias), en los televisores instalados en la sala se observa un partido de futbol del Milan, equipo del propio Berlusconi. La síntesis perfecta de la omnipresencia de los medios y los negocios. El segundo momento brillante, corresponde con la inclusión de una propaganda de su campaña a presidente. Allí puede verse el modelo de mujer que allí se propone como mujeres del pueblo, y su correspondencia con las mujeres en los programas de televisión de sus cadenas.

Logrado relato que permite comprender la relación entre medios, negocios y poder político, Videocracy se mete en el otro lado de la televisión con mucha inteligencia y capacidad ilustrativa. Es entretenido y tiene la virtud de la simpleza. Sus 80 minutos de duración es otra de las muestra de sensatez de esta producción.