Ruinas de una civilización
Llega una época del año en donde toda sala de cine es bombardeada por diferentes películas de terror de muy buena calidad o en otros casos de pésima clase, cada una cuenta con un subgénero diferente y este es el caso de Viene de noche (It comes at night, 2017) dirigida por Trey Edward Shults, que narra la historia de una familia que encuentra refugio en una casa abandonada mientras una amenaza sobrenatural aterroriza al mundo. Su confianza y lealtad se pone a prueba cuando otra familia desesperada les pide asilo.
El film protagonizado por Joel Edgerton (El regalo) y Riley Keough (Confesiones de una prostituta de lujo) es la típica historia que pone a prueba a los humanos luego de la caída de la civilización que conocemos, es decir ¿Qué haríamos si dejara de existir la electricidad? O ¿Los instrumentos comunes que utilizamos para vivir?, sin dudas estas preguntas van a ser cruciales en la trama más allá de lo peligroso que se ha vuelto el mundo por las “cosas” sobrenaturales que suceden en él. Trey Edward Shults nos muestra de manera concisa y bien dirigida, que en situaciones límites el hombre puede caer en el miedo, la paranoia y sus pesadillas más profundas y lo respalda con buenas interacciones entre los personajes a lo largo de la historia, lo que genera atrapar al espectador en esa atmosfera que se está viviendo.
Los momentos de confrontación que se producen entre los intérpretes están muy bien marcados por las excelentes actuaciones del pequeño reparto de actores, que mantienen a la expectativa cuáles son sus motivaciones reales en este thriller psicológico, lo cual es de destacar, debido a que una mala banda sonora intenta arruinar esas circunstancias que, sin embargo, sabe en qué ocasión utilizar los silencios.
Viene de noche intenta mantener en vilo todo el tiempo al espectador pero tiene una gran falla y es la resolución inmediata de los hechos que dejan con una enorme sensación de insatisfacción sobre el final.