El miedo a lo que no se ve, a lo que se encuentra del otro lado de la puerta, sin prevenir los peligros interiores, son el jugo principal de Viene de noche, segunda película de Trey Edwards Shultz.
Una cabaña alejada en medio de un bosque apartado, el lugar ideal para una película de terror ya desde antes de Evil Dead. Una familia que habita en ella. Hay algo afuera, y se deben hacer sacrificios.
El camaleónico Joel Edgerton es Paul, un padre de familia que afronta la decisión de tener que defender a su familia de un mal que desconoce ¿Cuál es el límite para esa defensa? En las primeras escenas del film veremos cómo junto a su hijo Travis (Kelvin Harrison Jr.) toman una decisión radical en pos de un bien mayor.
Desde entonces sabremos que la oscuridad puede estar en cualquier lado. Paul y los suyos se protegen de algo eterno, aparentemente una epidemia que no da tregua. Por lo que no deben tener contacto con nadie ni nada. Ellos se guarecen y viven una vida más primitiva y alerta. ¿Qué puede salir mal? Del bosque asoma Will (Christopher Abott), un hombre que se encuentra huyendo y ruega por ayuda a su familia. Ese será el puntapié para que comiencen los conflictos que serán centrales en Viene de Noche.
La falta de confianza, el temor, el peligro ante lo desconocido, la ambición de la supervivencia; todo se acrecentará ante la presencia de Will y posteriormente cuando este traiga a su propia familia. Viene de noche conjuga el suspenso, el terror, pero sobre todo el drama.
Los personajes encerrados frente a un peligro que desconocemos nos harán recordar a The Mist, The Walking Dead, y sobre todo a la local El desierto. Pueden ser zombis, una peste terminal, monstruos alienígenas, o lo que sea; es lo que se esconde detrás de la puerta, más allá de lo que capta el lente de la cámara; y que hace comportar a los personajes de un modo particular más instintivo.
Viene de noche se juega por el vértigo de lo que puede llegar a suceder, nos mantiene expectantes, y eso es lo que nos genera tensión; sumado a las actitudes de los personajes que causan gran angustia. Paul es otro personaje servido en bandeja para Edgerton.
En detrimento de los demás, Paul es el centro del relato. Un ser con el que cuesta empatizar pese a que ¿parcialmente? comprendamos la razón de sus actos. Tiene varias facetas, y el talento interpretativo del actor de El Regalo las aprovecha todas para un gran lucimiento.
Trey Edward Shults decide no apurar su relato e ir contando lo que sucede al ritmo de la tensión. Esto, que en un primer momento va atrapando mientras se construye el relato; provoca que promediándola mitad del film se haya fagocitado a sí misma.
Viene de noche es un film abrumador, en un sentido adverso. Shults no encuentra el tono para que la historia se relaje, y lo que sucede, en realidad, no es algo tan inmenso.
Tampoco se decide por un fuerte análisis social como lo que sucedía en la excelente The Mist; todo el mensaje de Viene de noche puede ser interpretado en los primeros veinte minutos del film. Sobre el final, retoma un sentido salvaje, y aunque de modo previsible, atrapa.
Sus poco más de hora y media, en la experiencia, pareciera mucho más; quizás porque lo que se cuenta queda demasiado corto para el permanente ritmo que lleva.
Su director a había demostrado en su anterior film Krisha que sabe cómo plantear una puesta de estética sobria, y aquí repite. Visualmente, Viene de noche transmite la angustia de los personajes, y colabora con esa tensión propia de la soledad. Junto con la interpretación protagónica serán los puntos altos de la propuesta.
Finalmente, Viene de noche prometía más de lo que ofrece su resultado. Genera un suspenso permanente que no llega a explotar como debía, funcionando mejor dramáticamente sin ser del todo original. Un viaje emocional a mitad de camino.