Propuesta inteligente para una lectura antropológica del comportamiento humano
¡Qué gran noticia ésta película! Lamentablemente las reglas de la industria hacen menester dos aclaraciones en una. Estamos tan acostumbrados a los esquemas y la clasificación de géneros que si no avisamos antes con una nota a lo mejor alguien se pierde el verdadero valor de esta pieza.
Primero: Para los fanáticos ávidos del terror fácil, sustos falsos con estridencias de la banda de sonido y giros finales que instalan secuelas innecesarias, es importante aclarar que, pese al horror que retrata, “Viene de noche” no es "una de terror" a la que la industria los ha acostumbrado. He ahí el desafío.
Segundo: Para los espectadores renuentes al cine de terror como género, cabe aclarar que este estreno es de los que utilizan los elementos básicos del mismo para re-significarlos en algo mucho más profundo. Si el grotesco es la extrapolación de la comedia, el terror lo es del drama y aquí es donde todo se vuelve significativamente más poderoso. He ahí el desafío.
Hace nada más que dos años el director y guionista Trey Edward Shults irrumpió con “Krisha” (no estrenada aquí, pero vale la pena buscarla), y ya daba cuenta de ser un artista que reconoce la caja, pero piensa fuera de ella. La idea de este estreno parece un desarrollo posible de una de las reflexiones más célebres del pensador Ortega y Gasset en su obra “Meditaciones sobre el Quijote”: “Yo soy yo y mi circunstancia. Si no la salvo a ella, no me salvo yo”
Partiendo de esta premisa, el joven realizador se despacha con un tremendo, poderoso y reflexivo ensayo sobre lo primitivo del hombre. La introducción, en efecto, parece una de terror. Un anciano en horribles condiciones físicas entrega su vida a manos de su propia familia para luego ser quemado en una fosa. Algo pasó en el mundo, una peste tal vez. Algo que es casi inevitablemente contagioso y mortal. Lo suficiente como para tener que soportar el sacrificio de seres queridos. Nada que no se haya visto en las de zombies, por ejemplo. Sólo que a medida que avanza el relato nos damos cuenta que estamos frente a un "aquí y ahora" cuyos antecedentes no importan demasiado dada la gravedad del presente.
Esta es la primera razón por la cual es aconsejable evitar anticiparse a lo que va a suceder, porque el sentido de este guión no es precisamente transitar los lugares comunes. Esos que uno da por sentado que van a ocurrir. En un ejemplo perfecto del manejo de la información, el espectador intentará (y el director lo sabe) adelantarse inútilmente hasta darse cuenta que no tiene sentido por lo cual necesitará de su poder deductivo para entender la coyuntura.
El escenario es una casa grande, en medio de un bosque en una zona estilo El Bolsón (Provincia de Río Negro). Luego de la introducción la familia queda reducida a Paul (Joel Edgerton), Sarah (Carmen Ejogo) Travis (Kelvin Harrison Jr.), y el perro. La casa está casi totalmente tapiada con maderas como para evitar que nadie entre. Sobre todo de noche. Algunos elementos de la escenografía nos cuentan que estamos en este siglo (computadoras, aparatos electrónicos, vehículos), pero a su vez el hecho de estar apagados habla de su inutilidad.
Lo que sea que haya pasado obliga a cuidar la energía, el agua y los alimentos. A dosificarlos y reciclarlos porque ya no son tan fáciles de conseguir sin arriesgar la vida que, por cierto, parece haber retrocedido un siglo y medio. No sólo en la renuncia tácita a un estilo de vida, sino también a la ya primitiva conformación de roles familiares en los cuales el hombre es el ser supremo, el que provee seguridad y toma las decisiones, mientras que la mujer acompaña y los hijos crecen bajo ese modelo. Por supuesto que la circunstancia obliga a modificar el orden establecido de antaño por uno nuevo, con nuevas reglas y nuevas consecuencias si se las infringe.
El guión tiene una virtud adicional en el punto de vista. La acciones duras son llevadas a cabo por Paul con anuencia de su mujer, pero claramente el eje dramático se centra en Travis, porque es desde su mirada en donde encontramos la crítica a un sistema cruel y despiadado cuya determinación remite a lo más básico del espíritu humano. Ese que no reconoce ninguna virtud a menos que haya algo a cambio, ningún tipo de igualdad a menos que haya beneficio material, y ningún indicio de piedad.
La única esperanza, como siempre, está en las futuras generaciones, parece dar a entender el guión. Travis es un chico de 17 años que ha visto demasiado horror en su corta vida, y pese a eso el instinto básico lo muestra inquieto. No puede dormir. De noche deambula por la gran casa con una lámpara en su mano, acaso porque no logra, como sí lo hacen los adultos, dormir tranquilo en medio de tanta incertidumbre. “Viene de noche” debe su título a este estado constante de tensión que justamente crece cuando el ser humano duerme, cuando el ser humano se encuentra en su estado más vulnerable. La mirada adolescente interpela, desde su inocencia, a una humanidad deshumanizada. Especialmente en el segundo acto en el cual aparece otra familia que busca (como todas) una mano solidaria. La convivencia dispara otra reflexión sobre la construcción de la confianza en el otro. ¿Hasta dónde conviene confiar en el prójimo? parece preguntar el texto.
Es notable como Trey Edward Shults logra una película de suspenso en la cual los villanos son la paranoia, la desconfianza, el destrato, la indiferencia y el miedo. Muy lejos de zombis, vampiros, monstruos o fantasmas.
Los seres humanos estamos cada vez más preparados para construir y hacer crecer el miedo al afuera, al otro; perdiendo de vista que en realidad el peor de los horrores es justamente la naturaleza de nuestra especie. Al centrar el noventa por ciento del desarrollo en esta idea, el director nos saca de la necesidad del relato tradicional. Si se quiere, esta obra no tiene un principio ni final formal. Como si estuviésemos frente a un momento que es consecuencia de algo que pasó antes y a su vez será causa de lo que se viene, por ser esta una de las intenciones principales de “Viene de noche”
La atmósfera circundante es el factor extra que compone el contexto. La extraordinaria dirección de fotografía logra amalgamar los dos universos contrapuestos (el adentro y el afuera; el día y la noche, etc.). Lo mismo sucede con el diseño de sonido (aprovechando también los silencios) y la dirección de arte que ayudan a meternos de lleno en este clima opresivo e insoportable. Casi que podemos oler la madera de esa cabaña, sentir el viento, escuchar el ruido que hace un plato al apilarse después de la cena. Todo conforma una obra que se anima a desairar los esquemas y proponer una lectura antropológica del comportamiento humano, dejando en evidencia lo peor. Acaso para poder cambiarlo.