En el auge de las cintas de terror/suspenso de corte independiente llega Viene de noche, de Trey Edward Shults, protagonizada por Joel Edgerton.
La historia sigue a una familia recluida en una casa en el bosque en un mundo devastado por un virus. Su rutinaria vida cambia cuando un hombre intenta forzar su entrada a la casa para luego decirles que tiene una esposa y un hijo pequeño que necesitan de su ayuda. Las desconfianzas comenzarán a surgir de ambos lados.
Desde La carretera de John Hillcoat hasta la serie The Walking Dead las historias del fin del mundo se siguen explorando y, en cada una de ellas, se discute que el problema que tendrá la humanidad en una situación límite no será con el ambiente sino entre nosotros mismos.
Viene de noche incluso presagia en su título la paranoia que tienen los personajes de que algo irreversible está por venir. Está sensación es transmitida al espectador desde el primer momento.
Los puntos de vista son claves para el desarrollo del guion. Y mientras la cámara se queda con ciertos relatos, el efecto de no mostrar en exceso los exteriores o el cielo y trabajar el fuera de campo son todos elementos que refuerzan aún más el suspenso.
Las actuaciones del elenco principal se sostienen en cada escena. Aunque hay bastantes diálogos, las miradas y gestos de los cinco protagonistas hacen avanzar la historia o fomentan los enigmas que la película no logra contestar.
Esta decisión de construir un relato tan encerrado funciona como un arma de doble filo. Ya que mientras el espectador sufre el desconcierto de no confiar en nadie, por otro quiere más información sobre el contexto de este mundo perdido.
Finalmente, aunque Vive de noche maneja el suspenso psicológico y la tensión entre los diversos personajes, el terror también esta presente en los sueños de Travis, aunque éste termina siendo el punto más flojo de la película ya que queda en un registro totalmente diferente al resto de los eventos.