Aullidos en la nieve
Viento salvaje (Wind River, 2017) está escrita y dirigida por Taylor Sheridan, el guionista de Sicario (2015) y Sin nada que perder (Hell or High Water, 2016). Las tres películas forman una suerte de trilogía sobre crimen y castigo en la frontera norteamericana. Viento salvaje no llega del todo a la altura de sus antecesoras pero es una fina película, con una trama guiada por sus personajes en vez del espectáculo y un enfoque bastante humano.
La historia está “basada en hechos reales”, tales como la sistemática desaparición de mujeres Nativas Americanas y el hecho de que el FBI no lleva la cuenta de estas desapariciones. La trama en sí es ficción y gira entorno a la muerte de una joven nativa cuyo cadáver es encontrado en medio de una reservación india en el gélido Wyoming, a kilómetros de la civilización. El cuerpo ha sido violentado pero dado que la causa de muerte es congelamiento no hay homicidio oficial que investigar, lo cual reduce el tamaño de la fuerza policíaca a un pequeño grupo de indómitos.
Los protagonistas son un cazador y rastreador (Jeremy Renner), quien encuentra el cadáver de la chica, y una novata del FBI (Elizabeth Olsen), enviada como supervisora no por ser la mejor pero porque está cerca. Comparten una fricción similar a la del sicario y la otra agente del FBI de Sicario, sobre el uso y abuso de la ley. Ella es aparatosa, crédula y naif acerca del comportamiento humano. Él es sabio, ha sido baqueteado por la vida, y tiene un motivo personal para buscar justicia. Pero la relación es considerablemente más amistosa que en Sicario y ralla el paternalismo.
Como policial Viento salvaje es bastante pedestre. Al encontrar el cadáver de la víctima los héroes deciden investigar las dos locaciones más cercanas - una cabaña marginal y una refinería petrolera - y eso es todo. No hay grandes deducciones ni reveses, sólo procedimiento rutinario. Pero esta mundanidad hace espacio para que se desarrolle el tema central de la historia, que se encuentra en los momentos de resquicio que comparte el personaje de Renner con su esposa, su suegro, el padre de la víctima o el personaje de Olsen.
El tema central vendría a ser el luto, o aprender a convivir con la tristeza. Ni rechazarla ni sobrellevarla. Todos los personajes se encuentran masticando algún tipo de luto dentro suyo, y la filosofía de la historia queda verbalizada en las conversaciones entre ellos de modo tan efectivo que cuando los vemos actuar, la acción se siente como una conclusión natural de lo que ya sabemos y entendemos. Incluso el entorno habla por ellos (y probablemente alimenta sus grises ánimos), desde los enormes paisajes, majestuosos e indiferentes a sus suplicios, hasta una banda sonora (compuesta por Nick Cave y Warren Ellis) hecha principalmente a base de gemidos.
Sheridan se revela como un director competente. Todos los actores, muchas caras conocidas de un cine inferior, están excelentes y componen seres humanos con pasados creíbles. Y las escenas cumplen su función prolijamente: intriga, emoción, tensión, etc. Se siente igual la ausencia de un genio como Denis Villeneuve, quien dirigió Sicario y ha demostrado que tiene el raro don de dirigir una buena película a partir de un guión mediocre. Comparando dos escenas similares entre Sicario y Viento salvaje, en la que dos grupos armados están a punto de balearse, Villeneuve explota cada segundo de suspense con maestría, mientras que Sheridan se saltea el suspense y pasa directamente a la tensión, optando por el (más fácil) shock.
Viento salvaje no va a hacer eco en la historia como una gran película, pero quien se la encontrara va a apreciar un thriller adecuadamente intenso y emotivo, protagonizado por personajes que transmiten una sensación de pathos y pesadumbre al servicio de un cuento bien