Viento salvaje

Crítica de Brenda Caletti - CineramaPlus+

FUNDIDO A BLANCO

– ¿Cuánto puede correr una persona descalza?
– Depende de la voluntad de vivir.

Y en este caso, ella era una luchadora porque no sólo se trataba de escapar de un infierno, sino de adentrarse en otro incontrolable; uno natural cubierto de espesa nieve, con frecuentes tormentas inhóspitas, temperaturas de grados bajo cero, animales salvajes y extensas distancias para encontrar un refugio o pedir ayuda. Sabiendo todo eso, Natalie corrió para huir del suplicio humano, pero no fue suficiente.

Por ese motivo, Cory Lambert, quien encontró su cuerpo y conocía a la joven, ayuda a una novata agente del FBI, Jane Banner, a cazar a los responsables de tal atrocidad; una tarea difícil puesto que la Reserva Indígena Norteamericana en Wyoming no sólo se enfrenta con la adversidad climática, sino también con el aislamiento humano en todos los sentidos.

En Vientos salvajes (Wind River en la versión original), el paisaje se convierte en un personaje más, casi como protagonista del relato, gracias a esa blancura extrema, interminable y espesa que domina todo a su paso; a los repentinos cambios meteorológicos como el pasaje de una tormenta letal a un sol pleno y a la mimetización con el territorio –el máximo exponente es Lambert que se viste así para pasar desapercibido en la caza– como una nueva capa de lo imprevisible del lugar.

Estos elementos se refuerzan gracias al movimiento de cámara dispuesto por el debutante director Taylor Sheridan, que le añade vertiginosidad, impulso y tensión tanto a las acciones como al mismo paisaje. De esta forma, propone un pacto silencioso que subraya la hostilidad, lo fortuito, el aislamiento del territorio en sintonía con las experiencias de los habitantes y con ciertos secretos o silencios que sólo salen a la luz frente a un impulso externo, a los empeños de supervivencia o a la fusión entre naturaleza y voluntad. Entonces, ¿cuánto puede correr una persona descalza?

Por Brenda Caletti
@117Brenn