La primera “peliserie” de Hollywood.
El segundo largo como director del guionista de Sicario y Sin nada que perder se parece mucho, quizás demasiado, a dramas policiales serializados, como The Killing, Top of the Lake y True Detective, donde además de la intriga se impone un clima fúnebre.
En tiempos en que las series televisivas son tal vez los productos culturales más valorados, incluso por firmas de tanto peso como las del filósofo Slavoj Zizek o el novelista Eduardo Vila-Matas, en algún punto se entiende que surja lo que podría llamarse primera “peliserie” (por su apariencia, por su forma, por sus temas) de la historia del cine. Más específicamente, Viento salvaje (Wind River, en el original) se parece mucho a dramas policiales serializados, como The Killing, Top of the Lake, un toquecito de True Detective si se quiere y también River, si a ésta se le lima el costado alucinatorio. Si bien el duelo familiar es un tema central de esta última serie, si se prefiere se podría ver a Viento salvaje, con su denso clima fúnebre, como descendencia de la última novia consagrada del Oscar, Manchester junto al mar. La pregunta clave es, claro, si esta segunda película como director del estadounidense Taylor Sheridan (la primera, Vile, de terror, no se conoció acá) ofrece algún plus que la diferencie de una serie. La respuesta es que no.
El disparador del relato es el mismo que el de (casi) todos estos otros cuentos: el cadáver de una adolescente, con signos de violación. El que lo descubre es Cory Lambert, guardia de la vida salvaje de las heladas montañas de Wyoming (Jeremy Renner, recordado por sus papeles en Vivir al límite, El legado Bourne y The Avengers, entre otras), quien, como el protagonista de Manchester… carga una culpa por la muerte irresuelta de su hija, unos años atrás. El hecho de que el padre de la chica muerta sea su amigo no hace más que agudizar su sentimiento de identificación, de modo que tomará la investigación posterior como un asunto personal. El crimen ha ocurrido en una reserva de la nación Arapahoe, lo cual complica la investigación en tanto superpone la jurisdicción de la policía tribal, que es la que rige en la reserva, con la del FBI, que ha enviado a una agente (la rubia Elizabeth Olsen) que ni siquiera trajo ropa abrigada para un clima que baja hasta los 20º bajo cero, con vientos como el título indica.
Hasta los nevados ambientes rurales recuerdan a los de The Killing, por poner un ejemplo. Desde ya que esa ambientación funciona, como en las series, como alegoría de otros fríos y desolaciones, que un flashback que reconstruye el crimen se ocupará de ilustrar. Las distintas líneas narrativas (Sheridan escribió los guiones de Sicario, 2015, y Sin nada que perder, 2016) parecen diseñadas para confluir unas con otras, aunque por suerte no todas lo hacen: el hombre que perdió la hija y encuentra ahora la posibilidad de vengarla simbólicamente; los fugaces reencuentros de Cory con su hermosa ex esposa Arapahoe, que parecen conducir a un reencuentro más definitivo; el acercamiento de Cory con Jane, la agente del FBI, que da la impresión de apuntar a una nueva vida amorosa por parte del solitario cazador. El flashback mencionado representa un imperdonable error narrativo, ya que mientras toda la película está contada o bien desde los ojos del cazador, o bien desde los de la agente Jane, ninguno de ambos presenció lo que sucede allí, por lo cual se trata de un recuerdo sin nadie que lo recuerde. Aun si Viento salvaje –exageradamente seleccionada para Cannes este año– no cometiera ese error le estaría faltando algo, ya que la película, ominosamente musicalizada por Nick Cave y Warren Ellis, no difiere de la media de las series actuales, correcta pero sin un relieve particular.