A Magda todo parece irle bien. Joven, linda, clase media acomodada, un novio interesante y miembro de la comunidad agropecuaria en la que los dos habitan. El casamiento está cerca y los preparativos se multiplican. Pero hay algo que avanza dentro y fuera de la chica. Ciertos abrazos del novio parecen molestarle, los chismeríos de la casa repartidos entre la madre, sus amigas y las parientas se transforman en inaguantables, y un accidente en la fábrica del novio la alerta sobre la abismal diferencia entre patrones y empleados.
En la oleada ominosa que parece apoderarse del cuerpo y la mente de Magda se desarrolla la historia que la ópera prima de Luis Mercado maneja con firmeza y buen manejo de los tiempos.
Magda toma conciencia, en víspera del matrimonio, ansiado más por la familia que por ella, de que ese mundo provinciano de rituales y mandatos, vacíos algunos, vanos los otros, es la frágil estructura que la va a aprisionar para siempre. Que los accidentes en la agropecuaria sojera nunca van a tener responsables, que ella misma será motivo de chismerío social pero también emisora responsable. A pesar de la conciencia corporal que la hace llorar o retorcerse como un acto de rebeldía, Magda sabe que no será capaz de evitarlo.
CRESCENDO DRAMATICO
Un director interesante este Luis Mercado, con un buen uso del crescendo dramático, del fuera de campo siempre sugerente e inesperado y de los recursos sonoros. En su mundo Rita Pauls es la intérprete ideal, con su rostro sugerente y ese exacto manejo de los gestos que nunca se exceden, bien demostrativos de Magda, tan contenida en la vida diaria, tan excitada en los ataques que comenzarán a explicar su interioridad.
A su lado, otra actriz ideal para el papel de la madre, María Fiorentino, que resume todas las condiciones que una sociedad de extremos moldeó para ella, nido de prejuicios, lista para el silencio pero sabedora de que rebelarse puede tener un molesto precio. Promisorio debut de Luis María Mercado, un director a seguir.