Las altas torres de los silos graneros dominan todas las acciones que se desarrollan en un pueblo de la pampa agropecuaria. Allí, una joven llamada Magda (Rita Pauls) vive sus últimos días de soltería ocupada en las tareas habituales antes de la boda, cuando sufre una epifanía negativa: se da cuenta de que el mundo no es el lugar idílico que creía conocer, ni su novio lindo y todopoderoso la persona que ella suponía.
Una tragedia, culpas negadas o sofocadas bajo un manto de silencio, consecuencias violentas, y sobre todo las verdades no dichas se presentan ante Magda aunque a su alrededor nadie quiera ver ni aceptar la realidad.
Luis María Mercado ha realizado una ópera prima muy deudora de los mundos de Lucrecia Martel, de su manera de presentar la idiosincrasia de la clase media y el patriarcado, y de abordar el tema de eso no se habla, de subsumir todo en el consabido son cosas que pasan.
Magda atraviesa un verdadero proceso iniciático al asumir lo que será vivir en la negación y la mentira. A manera de coro griego, la mujeres de su entorno (María Fiorentino, Eva Bianco) sostienen el status quo en una fuga hacia el pensamiento mágico.