El barrio de los sustos
La ambigüedad que acompaña la trama de este film, dirigido por Luis María Mercado, es directamente proporcional a los estados psicológicos que atraviesan las horas de la protagonista, cuyo sugestivo nombre responde a Magda. Tal vez por María Magdalena porque la presencia de rasgos de lo religioso prevalecen entre otros elementos como las creencias paganas o aquellas cosas que no encuentran explicación en el orden racional.
La premisa es sencilla: como toda novia a punto de dar el gran paso al matrimonio, Magda transita por los nervios comunes porque pretende tener todo bajo su control. Sabida es la idea de que todas las miradas están depositadas en la fiesta, el vestido y esas nimiedades que para su futuro esposo representan absolutamente nada. La preocupación de él también se concentra en las apariencias, aunque por debajo de una superficialidad esconda secretos.
Todo se precipita cuando Magda comienza a experimentar sensaciones o escucha unos ruidos de dudosa procedencia mientras su comportamiento y relaciones con el entorno van mutando a la par de su carácter. El director para esta atmósfera se vale de recursos cinematográficos como el fuera de campo sonoro así como de una puesta en escena rica en detalles.
La construcción minuciosa de climas es otro de los puntos clave en los que se apoya Vigilia en agosto pero a medida que la trama avanza en tensión los desniveles con la performance de la protagonista atentan contra el resultado integral de la propuesta. Ponerle imágenes a las sensaciones o a los sustos de los cambios personales al elegir la pérdida de un rol por otro no es tarea sencilla y de eso se alimenta el guión para desplegar en la cotidianidad de Magda, esa novia que lejos de fugar se mete cada vez más en el corazón de lo tradicional, aquellos instantes de duda y culpa cuando el deseo no se respeta.